A principios del siglo XX, los mercados de alimentación u otros productos se celebraban al aire libre pero se estimó necesario construir recintos más apropiados y cerrados, principalmente para protegerse cuando llegaban las lluvías y el frío. El Ayuntamiento decidió cerrar el "mercat central" de la Plaça Major (ahora Plaça Vella) y construir el primer mercado municipal en una isla de terreno, flanqueada por el Raval, la calle de Goleta, la Rambla d’Ègara y la plaza de Enric Granados. Encargó el proyecto de la lonja al arquitecto municipal, Antoni Pascual Carretero, de Terrassa, el cual había sustituido a Lluís Muncunill.
Pascual inició la redacción de la obra en 1903 pero no la vio culminada porque fue suspendido de su cargo por "supuestas faltas" y más tarde consiguió plaza definitiva en el Ayuntamiento de Sant Boi de Llobregat, donde se mudó y residió hasta su fallecimiento. Tres años después, en 1906, el Ayuntamiento pidió a Vinyals que retomara el proyecto elaborado por Pascual. Se trata de un edificio de grandes proporciones, configurado por tres naves de medida desigual que se unen con una gran lucerna. Dispone de una superficie de cinco mil metros cuadrados, distribuidos en una primera planta donde hay los puestos de venta y una subterránea que, originariamente, estaba dedicada a los caballos y posteriormente a almacén.
Destaca la estructura compuesta por cincuenta columnas de hierro que soportan una cubierta que favorece la entrada de luz natural a través de cuatro mil claraboyas de vidrio. Subrayan los historiadores que se trata de la estructura metálica más grande de la ciudad (una obra de "ingeniería") y de un concepto innovador en la época, ya que el hierro solo se utilizaba como elemento decorativo.
Primera piedra
La primera piedra del Mercat de la Independència (se puso este nombre para conmemorar el centenario del inicio de la Guerra del Francés, conocida también con Guerra de la Indepèndencia) se colocó un 4 de julio de 1904, en plena celebración de la Festa Major, y se inauguró el 14 de noviembre de 1908.
El edificio centenario (cumple 110 años) conserva aún toda su presencia constructiva y la esencia de principios del XX, aunque ha sufrido algunas reformas para adecuarse a las nuevas necesidades. Significar el escudo de la ciudad que preside la puerta de acceso del Raval de Montserrat.