Cada día que pasa es una batalla y si la ganas, cantas victoria”. Esta frase del pintor Eduard Rosell, de 92 años, podría resumir el sentimiento que tienen las personas de su edad y que en Terrassa son 1.996, las cuales representan casi el uno por ciento de la población total (215.467). De este número de personas nonogenarias significar además que la gran mayoría son mujeres: 1.469 frente a 527 hombres.
Ese número de 1.996 personas longevas que hay en este 2015 representa un incremento en un 44,7 por ciento con respecto a diez años atrás. En 2005 había censadas 1.103 personas mayores de 90 años (el 0,5 por ciento de la población total (201.442). Las mujeres ya seguían siendo más numerosas, 874 frente a 274 hombres. Añadir como curiosidad que en la estadística del anuario publicado en 2005 había seis terrassenses que superaban el siglo de vida y que uno de ellos tenía 105 años.
Llegar a los 90 y traspasar esa edad, pues, ya no se considera “rara avis”. Todos los informes estadísticos acreditan que las expectativas de tener una larga vida han aumentado de forma espectacular en los últimos decenios gracias a la mejora de las condiciones socioeconómicas y sobre todo a los avances en el campo de la medicina. En el Estado español entre 1992 y 1993, la esperanza de vida al nacimiento de los hombres ha pasado de 73,9 a 80 años y la de las mujeres de 81,2 a 85,6 años, según el Instituto Nacional de Estadística (INI). Unos datos que proyectados de cara al futuro por el mismo instituto son más que alentadores siempre y cuando vejez sea sinónimo de una cierta calidad en el día a día.
Las estimaciones dicen que hacia el año 2029, la esperanza de vida en los hombres alcanzará los 84 años y en las mujeres, los 88, 7 años. Y más predicciones futuribles a casi cincuenta años vista. En el año 2063, las propociones sobre la longevidad son de 91 años para los hombres y de 94, 3 para las mujeres.
Nuevos retos sociales
La prolongación de la vida y, por tanto, más población envejecida, si se tiene en cuenta además que los índices de natalidad disminuyen, abre nuevos retos sociales, económicos, asistenciales y de toda índole. En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya alertó en 1982 sobre la necesidad de que los gobiernos, a todos los niveles, programen acciones para que las personas mayores puedan disponer de las ayudas necesarias en todo lo que se refiere a asistencia alimentaria, doméstica y sociosanitaria. Y, al mismo tiempo, incentiva a los mismos gobiernos a que las personas de edad estén activas y sean autónomas en la medida de lo posible para prevenir así factores de riesgo como el aislamiento y la soledad. El reto no es fácil. Los estamentos internacionales dan pautas para ello. En primer lugar se subraya que los mayores son un colectivo a tener muy en cuenta debido a su experiencia y que, por tanto, puede aportar su grano de arena a la comunidad siempre que estos gocen de la salud necesaria.
En este sentido cabe recordar, por ejemplo, el protagonismo que tienen en la propia familia. Un estudio del investigador Jeroen Spijker, del Centre d’ Estudis Demogràfics i del departamento de Geografía de la Universitat Autonòma de Barcelona (UAB), subraya que esta prolongación en la esperanza de vida ha comportado cambios en el ámbito familiar, tanto en las relaciones de convivencia como en la reestructuración del reparto de funciones sociales y familiares entre hombres y mujeres, y entre parejas con los hijos pequeños.
Apoyo familiar
En este sentido remarca, por ejemplo, el protagonismo de las personas jubiladas en la crianza de los nietos y del rol “femenino” que incluso toman muchos hombres abuelos en esta labor dándose quizás una segunda oportunidad, porque cuando fueron padres no lo hicieron con sus hijos porque ocuparon el tiempo en cuestiones más profesionales. Asimismo recalca también el papel de sostén que ejercen muchas de estas personas. Apoyo emocional (hijos que se separan regresan a casa sin problemas) y también apoyo económico con la crisis porque muchos abuelos ayudan a muchos hijos a llegar a fin de mes.
Más ejemplos. Los mayores también están implicados en organizaciones de voluntariado y esencialmente en las destinadas a cubrir las necesidades prioritarias de los ciudadanos con riesgo de exclusión social. En otro plano también representan un activo importante en la transmisión de conocimiento hacia las generaciones más jóvenes. De ahí las actividades que cada vez son más numerosas de tipo intergeneracional.
Pero, en contrapartida, el estudio de la UAB indica que las personas de edad deben contar con una red de apoyo para cuando lo requiera. Aquí se apunta la unidad familiar como fuente primaria de atención pero también a las administraciones para que éstas puedan prestar la asistencia necesaria.
En este sentido, se refiere a que la persona de edad tenga el servicio adecuado en función de su estado lo que implica directamente a los gestores porque estos deben garantizar los sistemas de pensiones y de salud. Una cuestión esta que en más de una ocasión genera mucha inquietud y dudas. Sólo hay que remontarse a las ayudas para la dependencia de los mayores. Se aprobó una ley pero después ha tenido y tiene muchas dificultades para aplicarse por la falta de capacidad económica.