Faltaban tan sólo unos meses para que Barcelona se convirtiera de una forma consumada en una ciudad olímpica cuando, el 2 de abril de 1992, TV3 estrenaba una producción de La Cubana para la que hacía falta bajar un tanto el volumen de la tele. La razón esencial era que les Teresines, aquellas "tietes" que, quien más quien menos, todo el mundo tiene, se habían hecho dueñas y señoras de la pantalla. Hablaban alto. Estridente, si hacía falta. Y caricaturizaban la raíz del carácter catalán por la cual actuar, pero sobre todo sin dar que hablar demasiado, resulta siempre la misión a seguir.
Eso sí, legales, no lo eran mucho, porque las Teresines, santas devotas ellas, promovían la economía sumergida al hilo de los encargos de trabajo que les llegaban. Lo mismo su piso del barrio de Gracia se transformaba en una fabrica de arreglar palmas para el Domingo de Ramos, que captaban a los vecinos de la escalera a fin de que les echaran una mano con miles de rosas rojas que debían poner en cajas para el día de Sant Jordi.
Qué mejor que la divertida exageración de la compañía de teatro La Cubana para idear y materializar una serie de 13 capítulos que llevaba a la hipérbole una forma de ser muy cercana. Y es que tal como la pegadiza sintonía de la comedia de situación decía: "Som unes Teresines i, potser, tu també."