Opinió

Normal

Sant Jordi es un día siempre especial por su significado y por cómo lo vive la ciudadanía, especialmente en la calle, donde se respira un espíritu de optimismo. Ayer, dentro de lo extraordinario, fue una diada como las de siempre, un día de calle, de libros, de rosas rojas y amarillas y de sonrisas, que se vivió íntimamente desde la reivindicación o desde lo puramente festivo. Sant Jordi volvió a ser el nexo de unión que uniformiza catalanidades. Terrassa se echó ayer a la calle a disfrutar de una diada extraordinaria que se desarrolló con la más absoluta de las normalidades. El disenso empieza a vivirse con la mayor naturalidad en la calle. Ayer hubo paradas de organizaciones independentistas que ofrecían a los viandantes las rosas amarillas y camisetas reivindicativas junto a tenderetes de partidos constitucionalistas, que compartían espacio a su vez con organizaciones humanitarias, juveniles o de centros escolares. Todo muy normal, incluso festivo. La avalancha de personas en el centro por la tarde es de las más numerosas que se recuerdan.

Donde se vivió de una forma especialmente diferente fue en la Generalitat donde se suspendieron los actos más tradicionales de la celebración del patrón de Catalunya. Esa circunstancia, junto a otras que se han producido y que tienen mucha más importancia de lo que pueda parecer a simple vista, muestran la necesidad de que Catalunya recupere la normalidad, invistiendo a un President que recupere el control de las instituciones.

Lo de Sant Jordi puede ser anecdótico en comparación con otras supresiones o acciones que se han llevado a cabo en la actual Generalitat desde que el gobierno de Madrid decretó la aplicación del artículo 155 de la Constitución, pero el simbolismo es evidente. Una vez más se demuestra que los partidos independentistas deben de una vez tomar decisiones que conduzcan a una normalización institucional. Eso sólo pasa por aparcar las luchas internas y formar un gobierno.

Todo se está reduciendo a movimientos tácticos de un recorrido aparentemente escaso que pretenden mantener la tensión del procés. Pero en muchas ocasiones no se sabe si el pulso es contra el gobierno de Mariano Rajoy o entre Junts per Catalunya y PDECat o entre estos y Esquerra Republicana y la CUP o entre todos al mismo tiempo en una poco edificante recreación del catastrófico final de "Reservoir dogs".

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