Hay algo que no funciona en torno a los residuos en Catalunya en general y en Terrassa en particular. Hace pocos días volvíamos a hacer referencia a eta problemática en el mismo sentido en que incideremos hoy. Se trata de las cifras de la recogida selectiva. Ayer se hicieron públicas las del año 2017 y vuelven a ser descorazonadoras en relación a los mínimos que marca la Unión Europea, a los que deberíamos llegar en 2020, es decir, dentro de dos años. En ese año deberíamos reciclar el 60 por ciento de nuestros residuos y en estos momentos estamos en torno al 33 por ciento, por debajo de la media de la comarca y también de la media catalana, que se situaría sobre el 36 por ciento.
Parece que este es un mal que afecta a las ciudades. Barcelona, Hospitalet o Sabadell están en circunstancias muy similares a las de Terrassa y el gran problema es que no parece que haya solución, al menos en el corto plazo que se necesita según la imposición europea. En las zonas rurales, donde no entraña excesiva dificultad la recogida puerta a puerta, que permite un control individualizado de lo que se deposita en la bolsa de basura, las cifras han crecido de forma exponencial y en algunos lugares, como en Matadepera se superan son mayor problema los objetivos. En las grandes ciudades, al ritmo que está creciendo, si se puede calificar así nuestra selección en origen, necesitaríamos quince años para alcanzar las cifras que impone la UE. Y no está claro que ese ritmo se mantenga y que en algún momento toquemos el techo que nuestro sistema y especialmente nuestra conciencia ciudadana fije en torno a los residuos. En Terrassa, por ejemplo, es extremadamente fácil encontrar bolsas de basura en bruto, es decir, no seleccionadas en los contenedores verdes y si están llenos, se lanzan a cualquier otro contenedor. Llama especialmente la atención, por otra parte, que no crezca con mayor brío la selección de residuos orgánicos: efectivamente, hay algo que falla en nuestra cabeza o en el sistema o en las dos cosas.
Probablemente sea es la cuestión capital, tanto en este ámbito como en otros muchos relacionados con la convivencia urbana. Tanto la administración como la ciudadanía tenemos una responsabilidad importante. Por una parte, los responsables de la gestión de los residuos tiene que conseguir la fórmula que convierta la selección en el domicilio en algo consustancial y nosotros debemos asumir que no es la administración la que debe hacer sostenible una ciudad, sino que lo que debe hacer es establecer las condiciones para que la podamos hacer nosotros.