Ayer tuvo lugar el pleno del Parlament de Catalunya con el que debía desencallarse el inicio de la legislatura en Catalunya. La sesión aportó más sombras que luces, poniendo una vez más de manifiesto que la hoja de ruta del independentismo en Catalunya es compleja y tiene diversas formas de interpretar la realidad. Se habla de proceso constituyente, de legitimismo y de república , pero en realidad, al ruido de fondo es una lucha autonómica por un poder autonómico. Eso sí, se presentó en un envase que pretende mantener la llama que alumbró el 1-0: “Inauguramos hoy el proyecto republicano para Catalunya”, dijo ayer durante la sesión el representante de JuntsxCat, Joaquim Torra.
El Parlament avaló el 1 de Octubre, legitimó a Puigdemont, pero evitó la DUI en previsión de represalias del Estado y a media tarde se produjo lo que el president en el exilio avanzó esta misma semana: Carles Puigdemont, desde Bruselas, renunció a la presidencia y propuso a Jordi Sànchez como candidato. En el transfondo sigue pendiente cuál será el papel de Puigdemont desde Bruselas, cuál debe ser la estrategia a partir de ahora y cuáles serán los acuerdos programáticos de gobierno, que parece ser que en ellos está el gran caballo de batalla de las dos principales formaciones independentistas.
En un lado Junts per Catalunya, fortalecidos por los resultados de las elecciones del pasado 21 de diciembre (convocadas y aceptadas desde la aplicación del artículo 155) se ha echado al monte. Parece que se haya producido una inversión de valores y Esquerra Republicana haya asumido como propio el pragmatismo convergente. La estrategia de Esquerra es clara: el denominado proceso constituyente debe llevarse a cabo desde las instituciones para ampliar la base social que permita forzar un cambio del status quo en Catalunya. La hoja de ruta de Puigdemont, que no de PDECat, se inclina más por el legitimismo y la creación de un poder de facto en el exilio con el president al frente desde Bruselas.
El pragmatismo parece el camino más viable y más necesario para Catalunya en este momento visto el resultado de la encuesta del CEO que se publicó hace pocos días y la necesidad de un Govern fuerte y, sobre todo, presente en el territorio. El otro camino es el de la CUP, siempre coherente: desobediencia, unilateralismo y a ver quien puede más. El sí pero no sólo genera confusión.