Opinió

Vapor Ros

El Vapor Ros, o lo que queda de él es la última perla de arquitectura industrial terrassense, en el centro urbano más céntrico, más urbano y más histórico de la ciudad. Por una serie de desencuentros ocurridos en vida, el antiguo propietario de las naves dispuso en su testamento que cedía su patrimonio a la Generalitat de Catalunya con la condición de que no pudiese pasar a titularidad municipal en al menos treinta años. Las relaciones del propietario con el Ayuntamiento nunca fueron buenas y tuvo esa manera de hacerlo patente.

Por tanto, los planes del Ayuntamiento de recuperar el Vapor Ros como nuevo espacio urbano nunca se pudieron levar a cabo y el propietario lo dejó todo atado y bien atado para que no pudiera ser durante mucho tiempo. Pero el Vapor Ros necesita de una intervención de protección y se están buscando fórmulas. El Ayuntamiento, utilizando la fórmula habitual, pretende generar unas plusvalías con la construcción de viviendas que generen al eventual promotor el interés por llevar a cabo los trabajos previos de preservación. Terrassa en Comú, que abomina de ese tipo de operaciones propone una suerte de “cooperativa” formada por los actuales inquilinos para que sean ellos los que lleven a cabo los trabajos de conservación, preserven el actual perfil del área y el Vapor Ros se mantenga alejado de una nueva burbuja inmobiliaria.

Podría ser una buena solución, pero el problema es que la decisión no sólo pasa por Terrassa, sino que hay que convencer al actual titular, que es la Generalitat, para que ceda el vapor a sus inquilinos, algo que no se preveía en la herencia y renuncie a la operación urbanística que le propone el actual equipo de gobierno del Ayuntamiento de Terrassa. La cuestión, seguramente, la podemos magnificar como consecuencia de la situación de mínima minoría en la que se encuentra el equipo de gobierno.

El debate sobre el Vapor Ros va más allá de la simple cuestión de encontrar una fórmula que permita preservar ese espacio para la ciudad, se trata de un muy interesante debate sobre cómo actuar sobre el territorio teniendo muy en cuenta las consecuencias que puedan derivarse e intentando anticiparse a ellas. Un debate, por otra parte, al que deberemos acostumbrarnos y sobre el que deberemos aprender a interactuar si en el futuro se mantiene un equilibrio de fuerzas políticas en el pleno municipal que no permita mayorías claras. El nuevo POUM puede ser muy complejo.

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