Terrassa tiene presupuestos desde la celebración del pleno municipal del pasado jueves, con un consenso muy superior al que se hubiese podido pensar hace tan sólo unas semanas. Quien lo iba a decir en el momento de mayor crisis que ha sufrido el Ayuntamiento de Terrassa desde la restauración de la democracia, con la dimisión de un alcalde y cinco concejales y dejando, a falta de año y medio para las municipales, un gobierno en minoría con tan sólo nueve concejales.
La experiencia de noviembre con las ordenanzas, que finalmente no fueron aprobadas por lo que se tuvieron que prorrogar las de 2017 hacía presagiar un debate de presupuestos tenso y complejo. Ha sido todo lo contrario e incluso ha sido divertido viendo las reacciones del pleno ante la nueva realidad, que no es otra que el acercamiento entre el PSC y Terrassa en Comú, que proporciona estabilidad al gobierno para sacar adelante el mandato en ese año que queda de gobierno efectivo. Tiempo habrá para marcar perfil, especialmente cuando se acerquen las elecciones, pero el acuerdo parece firme y basado en cuestiones concretas, que es lo que le da solidez. Habrá que ver qué recorrido tiene, pero no cabe duda de que ha dado oxígeno al gobierno de Alfredo Vega. El alcalde, el hombre de la mano tendida, se ha apuntado un nuevo tanto a su favor porque no sólo ha aprobado el presupuesto de la ciudad y ha generado un lugar de encuentro con un socio sólido, sino que ha obtenido el beneplácito para las cuentas de partidos como Esquerra y PDeCAT. Han entendido que la responsabilidad sobre la gobernabilidad de la ciudad atañe a todos y en contra de lo que parecía, Vega es en realidad el que menos tiene que perder.
Es cierto que la aprobación ha venido de la mano de las abstenciones, pero en este tipo de votaciones la abstención es un sí. A Esquerra le ha pasado un poco como el año pasado. TeC y PSC llegaron a un acuerdo y los republicanos no quisieron marcar perfil en negativo y ayudar a visivilizar que los acuerdos entre comunes y socialistas son sólidos y dan estabilidad a la ciudad. Quedarse aislado no es bueno.
El voto de PDeCAT, otra abstención, que es un sí, viene obligada por el hecho de que en parte esos presupuestos son suyos por haber compartido gobierno con el PSC hasta hace pocos días. Fue divertida la pelusa de Miquel Sàmper cuando se habló de los polígonos industriales.
Ciudadanos votó abiertamente en contra. Es normal, es el partido que más perfil debe marcar. Su victoria en las últimas elecciones les hace venirse arriba y deben marcar perfil propio y erigirse en alternativa. Mientras, CUP y PP optaron también por la coherencia, cada uno voto no desde un extremo del arco del plenario.