Después de bastante tiempo, hoy intento recuperar esta sección, porque creo que además de didáctica puede ser hasta divertida para el lector, al que posiblemente se le escapan, por repetidos, numerosos errores de los hablantes contra la norma. Traigo en primer lugar una reflexión que me ha llegado al móvil: fragmento tomado de una carta de una profesora con acertadísima y lapidaria frase final que circula por Whatsapp:
"Y… Vamos con la gramática. En castellano existen los participios activos como derivados de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es ‘atacante’; el de salir es ‘saliente’; el de cantar es ‘cantante’, y el de existir, ‘existente’. ¿Cuál es el del verbo ser?- Es ‘ente’, que significa ‘el que tiene la identidad’, en definitiva ‘el que es’. Por ello, cuando queramos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a éste la terminación ‘ente’.
Así, al que preside, se le llama ‘presidente’ y nunca ‘presidenta’, independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. De manera análoga, se dice ‘capilla ardiente’, no ‘ardienta’; se dice ‘estudiante’, no ‘estudianta’; se dice ‘independiente’ y no ‘independienta’; ‘paciente’, no ‘pacienta’; ‘dirigente’, no ‘dirigenta’; ‘residente’, no ‘residenta’.
Y, ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son ‘periodistos’) ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la gramática de la lengua española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos les hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
Les propongo que pasen el mensaje a sus amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (que se mueven por sí mismos, no ignorantes ‘semovientas’), aunque ocupen carteras ministeriales.
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funanbulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino, y, sobre todos, ¡el machisto!
Si este asunto ‘no te da igual’, pásalo por ahí, con suerte, termina haciendo bien, hasta en los ministerios, porque no es lo mismo ser ‘un cargo público’, que ser ‘una carga pública’".
Con esta divertida sátira se critica, en pro de una supuesta discriminación del género femenino, la campaña por lo que yo digo "hablar doble". Aquí se demuestra que la mayoría de palabras, por su origen, sólo tienen un género (bien sea "masculino o femenino") y que no podemos inventarnos el otro. La campaña, que la Real Academia Española ha criticado ferozmente, de la moda feminista de nombrar siempre a los dos géneros, "los niños y las niñas", "catalanes y catalanas", es una barbaridad porque en el sistema gramatical, el masculino, por ser el "género no marcado", sirve genéricamente para aludir a ambos: "El hombre es racional", "los andaluces son dicharacheros". Y el femenino se usa exclusivamente para el colectivo femenino: "María y Laura son hermanas" frente a "María y Pedro son hermanos". Si no existieran las normas gramaticales y de uso, cada cual hablaría como le diera la gana y en cuatro días nos cargaríamos el idioma… Y las modas son lo que son: corrientes tan caprichosas como efímeras. No hay un solo escritor que secunde esta moda feminista, por algo será…