El brexit ha venido ha conmocionar el final de la campaña electoral con una onda expansiva probablemente aún mayor que la del escándalo del ministro Fernández Díaz con el responsable de la oficina antifraude catalana. Las elucubraciones sobre las consecuencias de la salida de Reino Unido de la Unión europea serán recurrentes hasta que se produzca de hecho. De momento, las bolsas, tal como se especulaba durante las últimas semanas, han recibido la noticia con pesimismo poniendo en evidencia una vez más el temor natural del dinero.
Qué va a pasar con Europa, qué va a pasar con el Reino Unido, con los españoles que viven y trabajan allí, con los británicos que viven y trabajan aquí, con las empresas radicadas en uno y otro lugar, con los futbolistas, con Gibraltar. Quizás sea tan exagerada la preocupación que prevea el fin del mundo como banalizar la situación despreciando a Gran Bretaña por su decisión. Ni “Independence day” ni “keep calm, bye, bye”. El adiós de Reino Unido no será inocuo para nadie, pero tampoco debe significar un apocalipsis. Se trata de una nueva situación y habrá que gestionarla con inteligencia, aunque también es verdad que vistas las consecuencias de la gestión de la crisis, esperemos que se haga con otra inteligencia. Siguiendo los análisis de los resultados del referéndum británico, parece ser que el voto por el “leave” se ha concentrado en las capas sociales más castigadas por la inacabable crisis, además de en los sectores más reaccionarios.
Como suele ser habitual, la reacción más sólida viene de Alemania; la canciller Angela Merkel habló ayer mismo de la necesidad de reafirmación de un proyecto común de futuro y de la misma forma que existe el temor de que tanto desde la extrema derecho como desde la extrema izquierda aprovechen la ocasión para seguir desmembrando la Unión, hay quien habla ya del brexit como de una buena oportunidad para fortalecer Europa más allá de la unión monetaria, a través de acelerar la unión real económica y fiscal. En cualquier caso, se trata de una responsabilidad de todos y se impone la eficacia tanto como la prudencia.
Por otra parte, será difícil deslindar los resultados de los comicios de mañana del terremoto que ha causado la consulta británica. En todo caso, esta vez, la siempre absurda jornada de reflexión servirá para evitar una utilización partidista de la consulta británica como ya se intentó ayer por algunos.