La publicación de la grabación del ministro Fernández Díaz con el jefe de la Oficina Antifraude de la Generalitat ha venido a dinamitar el final de la campaña electoral. La situación es de una gravedad extraordinaria que se diluye por esa especie de incomprensible resignación e incluso justificación en la que parece que estamos instalados ante los escándalos políticos. Hasta que no aprendamos a reaccionar, o mejor, hasta que no enseñemos a los políticos cómo se debe reaccionar ante este tipo de situaciones no conoceremos la democracia abisal. En cualquier país democráticamente saludable, la conversación de un ministro conspirando para buscar escándalos judiciales que afecten a otros políticos podría significar la dimisión de un gobierno entero. Aquí nos conformaríamos con la dimisión del ministro, esencialmente por dos cuestiones, por el contenido de la conversación y por la grabación en si misma.
El primer caso es obvio y viene a cuestionar y a generar dudas sobre la oportunidad de la publicación de otros escándalos, aunque no se ponga en duda la veracidad y la gravedad de lo denunciado. La alta política responde a reacciones, impulsos, intereses y objetivos mucho más cercanos a nosotros de lo que podamos pensar. En política, como en los divorcios y en las herencias, se puede ser absolutamente civilizado o puede aparecer lo peor de nosotros. Es una cuestión de estilos.
Con respecto al segundo de los motivos de dimisión, la grabación en si misma, también es evidente. Qué ministro del interior puede aguantar cinco minutos en el cargo si le graban y publican una conversación. El asunto contribuye a reforzar las teorías sobre el lío monumental que Fernández Díaz tiene montado en su ministerio.
Pero lo que más llama la atención es la reacción del propio ministro y del presidente del Gobierno en funciones que se refugian en una actitud victimista hablando de afrenta, de que hay gente que quiere organizar un problema donde no lo hay o de que hay una clara intencionalidad política. Es evidente que hay una clara intencionalidad política, como evidente es que el ministro tiene un problema dentro de su propio ministerio que no ha sabido controlar.
En todo caso, la frase que más ha llamado la atención es la realizada por Mariano Rajoy cuando dice: “Estamos en lo de siempre, a cuatro días de las elecciones, algunos quieren pescar en río revuelto”. Recuerda a tiempos oscuros.