V arias son las aristas que se pueden tratar en torno a la aplicación de la ordenanza denominada Bases de Convivencia Democrática; la “ordenanza del buen rollo”, como gustaba llamarla al ex concejal del PP Gabriel Turmo en lo que pretendía un público escarnio que trasladó a la esfera judicial con un recurso al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya que no prosperó por extemporáneo. La ordenanza, además de dibujar el terreno de juego de la convivencia ciudadana, tenía como principal novedad la posibilidad de que los infractores pudiesen cambiar las sanciones económicas por horas de compromiso social, algo parecido a los trabajos en beneficio de la comunidad que prevé el Código Penal y que están plenamente normalizados.
En primer lugar, la implantación de la ordenanza en ese sentido no debía ser fácil puesto que no había convenios con entidades de la ciudad en las que los infractores pudieran llevar a cabo sus prestaciones y en segundo lugar, había que esperar la respuesta de la ciudadanía ante esta nueva posibilidad.
El Ayuntamiento abrió durante el año 2015 un total de 805 expedientes por incivismo. Así, en frío no se sabe si es mucho o es poco, aunque cualquier acto incívico es en si mismo excesivo y si se han detectado más de 800 acciones de esa naturaleza significa que hay muchas que no han sido denunciadas por lo que la cifra no habla bien de nosotros. Estamos hablando, para que nos hagamos una idea, de actos vandálicos en el espacio público, menosprecio a los agentes de la autoridad, orinar en la calle, pintar las paredes, perturbar el descanso de los vecinos con conductas ruidosas, por citar algunos ejemplos.
En lo que a la sustitución de la sanción económica por las horas de compromiso social se refiere, sólo el 11,7 por ciento de los infractores, es decir, 94 de ellos, se acogieron a la medida, aunque sólo prosperaron 91. Se puede pensar que el primer año hubo pocas personas que optaran por emplear su tiempo en beneficio de la comunidad para resarcir su conducta, pero lo sorprendente es que en lo que llevamos de año, el porcentaje ha descendido pese a que en las comunicaciones se informa a los infractores de la posibilidad.
Una de las conclusiones es que los terrassenses damos mucha importancia a nuestro tiempo, por encima de la posibilidad de “rehabilitarnos” a través del servicio a los demás.