Opinió

Crisis del empleo en nuestro futuro inmediato

Durante siglos el hombre ha vivido en una economía de subsistencia, primero nómadas, y, cuando consiguió domesticar algunos animales y plantar semillas, vivió fijado a la tierra, pendiente de extraer de ella y de sus ganados los medios necesarios para alimentarse y vestirse. El mar, mediante la navegación, le proporcionó los caminos para moverse por el mundo.

Así vivimos los humanos hasta el nacimiento de la primera máquina, la de vapor, en la segunda mitad del siglo XVIII, en Gran Bretaña. De modo que, cuando se produjo esta revolución industrial, por primera vez, en toda Europa, fue en el siglo XIX. Hablamos en España, sobre 1880 (hace poco más de un siglo). Pensemos, no había luz eléctrica, ni coches, ni camiones ni motores€ Muy pocos conocían el ferrocarril y las máquinas principales al alcance de todos eran el arado y el carro, la sierra, el hacha, el martillo y la azada. La revolución industrial hizo que la población abandonara el campo a millares y millones, que vinieron a la ciudad a vivir de la industria y de los servicios€

Y cuento esto porque en seguida fueron apareciendo máquinas que agilizaban el trabajo y eliminaban mano de obra. Los partidos políticos surgieron, a la vez que los sindicatos, para defender a toda esta población laboral, que ya no vivía en la placidez del campo, donde comer nunca había sido un grave problema con la caza y el ganado; pero aquí en la ciudad sí. Si el obrero trabajaba no había problema pero, si no, o se ponía enfermo, peligraban su vida y la de su familia€ Así vivimos la relación conflictiva, en aquellos primeros años, entre patronos y obreros. Hoy hemos llegado a una situación de saturación: las nuevas máquinas eliminan tantos o más empleos de los que la iniciativa social es capaz de crear. Las multinacionales han ido resolviendo el problema, pero sus exigencias de competencia producen bajadas salariales en todos los países y, si los gobiernos les quieren parar los pies, se van a otro país más pobre con mano de obra más barata, dejando así miles de parados€ Los gobiernos les bajan los impuestos y, si no, amenazan con marchar a otro país (a nivel internacional falta una regulación para controlarlas y que no abusen). Exactamente hacen como el capital.

De modo que vamos a una sociedad de servicios, porque los sectores productores, donde todo el mundo trabajaba antes (el campo y la pesca), o la industria en el último siglo, están dejando de emplear gente. La izquierda ha visto siempre la solución del Estado (Rusia 1917), de lo público, como si esto fuera garantía de calidad, pensando que los impuestos que pagaban los trabajadores de la industria permitirían pagar a los trabajadores creados por el Estado€ Pero no es así, porque al exigírseles más impuestos las empresas cierran porque no pueden pagar. El ejemplo histórico ha sido el socialismo-comunismo de la URSS y China. Durante muchas décadas el Estado se encargó de todo, ¿resultado? La población toda se empobreció hasta la miseria€ Y en 1985 se acabaron 70 años de comunismo y se generalizó el sistema capitalista (el menos malo) en todo el mundo.

Ahora, es en los servicios, como decía, donde se crean más empleos: por ejemplo en España los cuatro millones de inmigrantes recientes han encontrado, especialmente las mujeres, empleo cuidando a jubilados, que han repartido sus subsidios con ellas. También el turismo en España ha suplido la carencia de trabajo en la industria. Los retos del futuro de esta nueva sociedad de consumo que tenemos desde los años sesenta radican en crear un reequilibrio, recreando por ejemplo la industria energética, al menos una docena de centrales nucleares (la energía más barata) e infraestructuras como pantanos para redistribuir el agua que escasea en toda la cuenca mediterránea. Estas propuestas crearían dos o tres millones de puestos de trabajo, si superamos estúpidos vetos ideológicos de la izquierda. Tendríamos que apostar por la iniciativa privada y reducir la carga fiscal que hoy tiene el empleo (100%), que es la mejor garantía para luchar contra el paro€ Evitando, con incentivos, caer en la tentación de crear, como han hecho en Andalucía, una sociedad subvencionada, incapaz del más mínimo progreso.

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