Prometen que nada sabían, aunque en los mentideros y cenáculos políticos y culturales de Terrassa el runrún creciese a medida que avanzaba la semana: el exconseller Josep Rull, encarcelado, y Lluís Puig, “exiliado” en Bruselas, serían los “Capgrossos de l’Any” al alimón. En la edición de la Festa Major del 2018 no habría un cabezudo, sino dos. Y así fue. “No sabíamos nada, de verdad”, aseguró la concejal Meritxell Lluís, esposa de Rull, minutos después del descubrimiento de los “Capgrossos”.
La tradición es que los distinguidos con el Capgròs abracen a sus copias frente al Ayuntamiento durante la ceremonia. El viernes no ocurrió, pues los homenajeados no estaban en Terrassa por razones evidentes. En el Raval de Montserrat, rodeados del gentío que llenó la plaza, quienes salieron a la palestra fueron los parientes de uno y otro, para abrazarse a los cabezudos. “Toda la familia nos presionaba para que les dijésemos algo, para informarse, para saber si tenían que venir aquí (al Raval de Montserrat, el viernes por la tarde)”, dice la edil. Al cabo, prefirieron acudir aunque no las tuviesen todas consigo. “Al menos, nos tomaríamos una cerveza”, añade, mientras Alba Puig, hija de Lluís Puig, asiente con una sonrisa.
Ilusión
Al menos uno de ellos iba a convertirse en Capgròs, pensaron cuando observaron la entrada en el Raval de un personaje cubierto con la sábana oscura. “Creíamos que quizás habían optado por crear un Capgròs de dos cabezas”, tercia Alba. Pues no, aquella primera figura era un señuelo con disfraz de demonio. Al final salieron los dos: Rull y Puig. “Nos ha hecho mucha ilusión. Josep ya reaccionó diciendo que era un gran honor cuando le comunicamos su nominación”, recuerda Meritxell. La llamada de cinco minutos del sábado entre Rull y su esposa fue monotemática. Y emotiva, por supuesto.
El exconseller Puig sí pudo verlo todo desde un dispositivo electrónico desde Bélgica, cuenta Alba, su hija, que hace hincapié en el contenido simbólico del nombramiento: “Esto es como una pequeña victoria, porque Terrassa no para de dar muestras de apoyo”. A los Puig el reconocimiento les reportó un sabor especial por la larga vinculación del exconseller con el mundo cultural terrassense. Por eso Alba dejaba traslucir una sonrisa permanente en el Raval de Montserrat, “la plaza donde mi padre ha pasado tanto tiempo”. Meritxell Lluís sonríe también sin olvidar la amargura “de que ni Josep Rull ni Lluís Puig puedan estar aquí para verlo”.
Insistir
Para la edil del PDeCAT, el mensaje del acto del viernes es diáfano: “Todo esto significa que tenemos que insistir, porque el objetivo es la libertad de los presos y la vuelta de los exiliados”. “Aquí está toda la familia, menos mi padre y mi padre”, dice Alba. Su padre, por motivos obvios. Su madre, porque en el momento del descubrimiento del Capgròs va camino del aeropuerto para volar precisamente a Bruselas.
“Siento emoción personal y orgullo de ciudad”, reflexiona Meritxell. Orgullo de una ciudad “en la que cada día, nieve o llueva, hay personas concentradas en el Raval para pedir la liberación de los presos”. Terrassa “siempre está al pie del cañón”, afirma, mientras Alba Puig expresa su satisfacción porque “tenemos una ciudad detrás que nos apoya y que no olvida”.
Bernat, el hijo mayor de Rull, de 9 años, se coloca el busto del cabezudo que representa a su padre y posa, orgulloso, en el Raval.