El fichaje de Sergio Granados por el Mallorca a la conclusión de la temporada 97-98 situó al portero egarense en el centro de todas las insinuaciones después de su desafortunada actuación en el decisivo partido contra el Málaga. Los egarenses perdieron por 4 a 1 y dejaron escapar el ascenso a Segunda División “A”. El Mallorca, nuevo destino de Sergio, compartía propiedad con el Málaga, el equipo que le hizo los cuatro goles. Y muchos entendieron esa circunstancia como la prueba de una actuación irregular del guardameta egarense. Primero se produjeron insinuaciones, después desde el mismo club se pidió abrir una investigación y más tarde el presidente de Cirsa, Manuel Lao, acusó directamente a Sergio de haberse vendido. Las palabras no provenían de un cualquiera, sino de la persona que apoyaba económicamente el proyecto del presidente, Josep Vall, y que se alejó del fútbol a partir de aquel momento al entender que le habían engañado.
Aquella acusación, por inusual e impactante, tuvo un recorrido mediático más que significativo. Y verbalizó de forma pública todo aquello que se había insinuado en privado. “Es una infamia absoluta, una rabieta tardía”, dijo tras aquella bomba el presidente del Málaga, Fernando Puche. Sergio Granados presentó una denuncia por injurias contra Manuel Lao. “Lo que quiero es que mi nombre quede limpio”, señaló entonces el portero egarense. Después de semanas de negociaciones, Sergio acabó retirando la denuncia tras alcanzar un acuerdo con los representantes de Manuel Lao. Un viaje a Mallorca de su entonces representante, Miquel Rabadán, y del socio de éste en ese momento, el padre del jugador Xavi Hernández, Joaquim, resolvió las diferencias de un modo definitivo. “Sergio no se vendió. Le pudo la presión, el nerviosismo”, señala Miquel Rabadán. “El error del primer gol, por ejemplo, es imposible que lo pueda hacer a propósito.”
Confianza total
Pese a que el recorrido judicial quedó interrumpido y el acuerdo sellado, a Sergio Granados le ha acompañado siempre la sombra de la duda, del discurso que se ha instalado en el argumentario de lo ocurrido en Málaga. “Cómo me iba a vender yo, un jugador de la casa que tenía como mayor ilusión subir con mi equipo”, sostiene el futbolista. “No tengo ni el más mínimo indicio de que se produjesen cosas raras, ni uno solo”, explica quien en aquel momento compartía su representación con Miquel Rabadán, el ex entrenador Martí Alavedra. “Mi confianza hacia Sergio es total. Nadie, absolutamente nadie, me ha podido mostrar un atisbo de duda.” Alavedra fue la persona que condujo la negociación con el Mallorca.
Sergio Granados completó una magnífica temporada en el ejercicio 97-98. Se hizo con la plaza de titular desbancando a Jaime, el guardameta que el club fichó como teórico titular de un proyecto ambicioso. Y lo jugó casi todo, incluida una promoción en la que su rendimiento resultó altísimo. Sporting de Gijón y Mallorca llamaron a su puerta y fue el conjunto balear quien acabó incorporándolo con destino a su filial, que militaba en Segunda División “A”. La intención era que, además, ejerciese como tercer portero de la primera plantilla, que se codeaba por entonces con los mejores equipos del fútbol español y europeo. Pero mermado en su confianza y con el peso de una acusación de tanto calado, Sergio jugó muy poco en el Mallorca “B”. Y a los 28 años colgó los guantes.
“Los futbolistas son personas. No sé qué le pasó, debería quedar bloqueado”, explica Martí Alavedra. “Es cierto que tuvo una actuación muy por debajo de sus posibilidades, pero igual que otros jugadores. No sé qué le pasó por la cabeza, pero yo no tengo ningún atisbo de que hiciese voluntariamente algo que no debiera hacer.”
El acuerdo entre Sergio Granados y el Mallorca quedó plasmado en un precontrato firmado por las dos partes el 16 de junio, antes del doble enfrentamiento con el Málaga. Era un acuerdo de dos años de duración que elevaba de forma más que sustancial las cantidades que Sergio percibía en el Terrassa FC. Además de la ficha correspondiente, Sergio recibía una mensualidad más el uso de una vivienda. Además, el contrato contemplaba incentivos en el caso de que jugase con el primer equipo. El documento definitivo fue presentado el 17 de julio en la Liga de Fútbol.
El acuerdo
“Se firmó un precontrato, pero aquello era papel mojado”, explica Martí Alavedra en relación a la trascendencia de ese documento. “No tenía validez legal y podría haber quedado en nada si el Mallorca no lo hubiese ejecutado. Estamos hablando de unas cifras normales de mercado y si alguien piensa que Sergio no defendería la camiseta del Terrassa por aquel contrato se equivoca rotundamente.” Alavedra añade que él no tenía conocimiento, en ese momento, de la relación entre Mallorca y Málaga. “Lo supe después, y pienso que ni los periodistas lo sabían.”
Aunque los rumores en los días previos al desplazamiento a Málaga se dispararon, ni los representantes del jugador ni el Mallorca anunciaron de forma previa el fichaje por el club balear. Aunque algún medio de comunicación mallorquín sí adelantó el principio de acuerdo obtenido. El Terrassa no movió pieza hasta el mes de mayo y se encontró con un escenario económico difícilmente asumible. Su contraoferta intentó igualar las cantidades del Mallorca pero con más años de contrato. El club, sin embargo, lo dio por perdido antes de acabar la promoción.
Sergio se refugió en su círculo más íntimo en los días posteriores al partido. Hasta que tuvo que incorporarse al Mallorca. “Con él no hablé hasta seis o siete días después del partido”, recuerda Alavedra. “Cuando le vi fue cuando viajamos a Mallorca a firmar el contrato. Y estaba destrozado. Su familia y, sobre todo, su madre estaban muy afectados. Me dolió mucho que la carrera de un portero terrassense y hecho en el Terrassa se truncase de ese modo. Porque tenía condiciones para haber jugado en Segunda División muchos años. Hubo un antes y un después de aquel partido. Eso lo hemos visto todos.”
Alavedra entiende que las reacciones que se produjeron rebasaron la normalidad. “Se produjeron algunas declaraciones que estaban fuera de la deontología profesional de un entrenador”, dice en relación a las palabras de Josep María Nogués sobre la actuación de Sergio. “Cuando uno dirige un grupo, el responsable de todo es él.” Tampoco entiende la sospecha permanente que ha existido en relación a Sergio. “El comportamiento general hacia él ha sido cruel. Toda la ciudad tenía unas expectativas grandiosas en el caso de subir a Segunda. Esas ilusiones no se cumplieron y la emoción se impuso. Y esa bola se hizo demasiado grande”.