"Deberías ir al médico", le aconsejaron cuando la encontraron en aquella vivienda de Sant Llorenç. Cuando constataron su estado de abatimiento, esa mirada de aflicción, sin norte, ese rostro de desamparo. Habían culminado cinco días de indagaciones arduas, de puerta fría, de llamadas a timbres y de preguntas acompañadas de foto de aquella joven de Valencia desaparecida en Terrassa. Dos policías nacionales llevaron el peso de las pesquisas que desembocaron en el hallazgo del paradero de la chica, a la que, según fuentes próximas a la investigación, habían intentado captar unos proxenetas rumanos.
Ella es de Valencia, pero se avecindó en Terrassa. Según algunas informaciones, hacía unos dos años que residía en la ciudad y los nexos con su familia en la capital levantina eran volubles. El 21 de diciembre sus allegados dejaron de saber de ella. Afloraron los temores a medida que pasaban los días, habida cuenta del mundo en el que, al parecer, se movía la muchacha. El 17 de enero se interpuso la denuncia por desaparición en una comisaría del Cuerpo Nacional de Policía en Valencia. Días después, la asociación SosDesaparecidos se hizo eco del caso. Difundió su foto y algunos datos sobre la muchacha: delgada, ojos azules, 1,60 de altura aproximada, unos 45 kilos de peso, cabello largo, liso, rubio.
Numerosos medios de comunicación informaron de la desaparición. Diari de Terrassa publicó un artículo el 30 enero. Entre los muchos avisos que supuestos testigos trasladan a la policía o a entidades como SosDesaparecidos en estos casos, llegaron algunos que situaban a la joven en Cádiz. Pero ella, según lo que se supo después, no se había movido de Terrassa.
El 31 de enero apareció la muchacha. Se dijo que estaba ingresada en un hospital y que allí la hallaron. Descubierto su paradero, las alertas sobre el extravío quedaron sepultadas por la buena nueva, como es normal. No había que buscarla más. Pero el hallazgo no resultó tarea fácil, no fue coser y cantar. No se trató de un desenlace casual derivado de la llamada de alguien que la vio en el hospital y la reconoció. A aquella joven valenciana desaparecida en Terrassa la encontraron agentes del Cuerpo Nacional de Policía que se dejaron la piel, con persistencia rayana en la obsesión, durante cinco días.
La denuncia, queda dicho, se presentó en Valencia el 17 de enero, pero hasta unos días más tarde no se supo que la muchacha en paradero desconocido era vecina de Terrassa, y en la Comisaría de la calle de Baldrich se recibió esa información el 26 de enero. Dos agentes de la brigada de policía judicial se pusieron manos a la obra.
"Nos vemos el 26 de diciembre allí, en Valencia". Así quedaron la joven y una amiga. Pero la amiga acudió el 26 de diciembre a la cita y la joven levantina no se presentó. Hacía cinco días que no la veía y la extrañeza dio paso poco a poco al temor. Según se ha sabido, la amiga contactó con la familia de la desaparecida y conoció que las relaciones no eran las mejores.
No contesta al móvil
La llamaban al móvil. Nada. El teléfono parecía desconectado. Miraban su perfil en redes sociales. Nada. El rastro de la chica era eso, mero rastro en la memoria de quienes la conocían. Apenas la remembranza de unas palabras, de una sonrisa. Un pasado borrado de internet, un móvil como ahogado.
Había que denunciarlo. Las peculiares circunstancias de la muchacha, de su trabajo, provocaban pensamientos de zozobra.
Los policías se presentaron en el que había sido el último piso conocido de la joven. No estaba allí. La buscaron en hospitales y tampoco localizaron indicios utilizables. A mucha gente con la que hablaron los funcionarios le parecía haberla visto y así, en labor de hormiga, supieron de un domicilio anterior de la desaparecida. Supieron también del intento de captación de unos proxenetas para llevarla a Rumanía.
Un vecino la conocía, sí. La había visto a finales de diciembre, al parecer el día 26. Los policías recibieron informaciones sobre mensajes de la chica a conocidos en los que se mostraba esquiva, huidiza, "a la defensiva". El 30 de enero, los investigadores localizaron a una amiga de la muchacha con la que había compartido piso. Las pesquisas se dirigieron hacia los alrededores de Plaça Catalunya, pues también allí había vivido la desaparecida. Un vecino dio información. Hubo un desahucio, la joven había dicho algo de un piso en Sant Llorenç como posible morada futura…
¿Conoce a esta chica? A un interpelado le sucedió otro, hasta que una mujer abrió el foco de luz de la búsqueda: "Es mi vecina". Los policías llamaron al piso de Sant Llorenç indicado por la testigo. Eran las nueve de la noche. Allí estaba la chica, salva en lo físico mas con el ánimo por los suelos. La convencieron para llevarla a un hospital.