Hoy será otro día histórico dentro de los muchos días históricos que acumula el procés. La incertidumbre que ha rodeado a la cuestión catalana desde las elecciones del 21 de diciembre no se han despejado, sino al contrario, como consecuencia de la tensión generada especialmente dentro del propio bloque independentista. Hoy debe llevarse a cabo la investidura del presidente de la Generalitat de Catalunya. No sabemos si vendrá, si no vendrá, si se votará si no se podrá votar o si se designará otro candidato. Cada uno de esos y de otros escenarios que se puedan dar tienen unas consecuencias y parece ser que muy pocas apuntan a una situación de tranquilidad.
Hay quien dice que la mejor solución serían unas nuevas elecciones. De hecho, desde Junts per Catalunya se apunta seriamente a esa posibilidad para el caso de que no pueda resultar investido Carles Puigdemont. Y la cuestión está en si esas nuevas elecciones ofrecerían un resultado que desencallase la situación o si nos íbamos a instalar en el artículo 155 de forma indefinida, porque ante muchos de los escenarios que apuntábamos anteriormente, esa es la salida con más posibilidades, vista la política de acción reacción. El recurso presentado por el Gobierno de Mariano Rajoy ante el Tribunal Constitucional, resuelto con absoluta urgencia, es una buena muestra de ello.
No parece pues que haya una solución que genere una situación que permita que Catalunya recupere con normalidad el control sobre sus instituciones de gobierno y eso es lo realmente preocupante. No nos engañemos, nos encontramos no sólo ante un pulso entre el independentismo catalán y el gobierno del Partido Popular, sino en una verdadera pugna por el poder dentro del propio bloque soberanista. Es verdad que algunas manifestaciones, como las realizadas por Joan Tardà este fin de semana, no van en contra de la posición oficial de Esquerra Republicana, que no es otra que la de defender la investidura de Puigdemont como presidente legítimo de la Generalitat, pero, de la misma forma, es un síntoma de lo que se piensa dentro del partido republicano. En el llamamiento al realismo está la clave de la discrepancia.
Alguna solución debe haber puesto que Catalunya no se puede permitir seguir sin gobierno ni España se puede permitir una situación de tensión permanente y gestionando, que no gobernando, desde el 155.