El último día del año, a pocas horas de engullir las uvas y brindar con cava, un total de 650 terrassenses cumplieron con una de las citas que tienen fijadas en el calendario año tras año: correr la última carrera del año. Las ciudades de todo el mundo se llenan el día 31 de diciembre de atletas dispuestos a llegar los primeros a la meta. En Terrassa, la dinámica es completamente diferente. La Runneada de Cap d’Any, que alcanzó el domingo su novena edición, no tiene ni vencedores ni vencidos. Los 650 participantes cubrieron al mismo ritmo (el del último clasificado) los 5 kilómetros y 800 metros de una prueba que comenzó a las seis de la tarde en la plaza de Can Roca y finalizó en el mismo escenario tres cuartos de hora más tarde.
El 31 de diciembre del año 2009, un grupo de amigos que salían a correr juntos y se denominaban nenazas Running Club decidió montar una San Silvestre diferente en la ciudad. Tenía que ser una carrera popular y gratuita, sin clasificaciones. Lo que comenzó siendo una actividad casi privada se ha acabado convirtiendo en una cita obligada dentro del calendario atlético egarense.
Crecimiento sostenido
La Runneada de Cap d’Any ha experiemntado un crecimiento sostenido desde la primera edición hasta la del pasado domingo, que volvió a devenir un éxito rotundo a todos los niveles. Una vez más, la organización funcionó a la perfección. Los Nenazas Running Club y la Associació de Veïns del barrio de Poble Nou – Zona Esportiva, la "Sosi", se encargaron de que todo funcionara como un reloj suizo.
Con puntualidad británica, a las seis de la tarde se dio la salida en la plaza de Can Roca, en el Àrea Olímpica. Esta novena edición fue una de las que reunió a más gente joven, incluso a niños de pocos meses que corrieron los casi seis kilómetros del recorrido junto a sus padres. Había también gente de edad más avanzada que quiso mantenerse fiel a la cita. Se pudo correr con mayor facilidad que en ediciones precedentes. Había pocos transeúntes en las calles. Al ser domingo, los comercios estaban cerrados.
La presencia de disfraces volvió a ser la tónica habitual. El gorro de Papá Noel es casi obligado en la indumentaria de muchos corredores. Otros recurrieron para esta Runneada a disfraces más originales, como uno de diablo, otro de Papá Noel o de Super Mario Bross. Un grupo de participantes corrieron ataviados de "cheerleaders", con sus pelucas y camisetas al aire. Muchos de los participantes corrieron en grupo. Es el caso del grupo de entrenamiento para mujeres que comanda Anna Cos, que participó con faldas. Se agluitaron atletas anónimos, más o menos experimentados, con grupos más conocidos, como los Mossenaires, los Pantaurells, o el grupo "Los Martes con Dios". Todos ellos llegaron pocos minutos después de las 18.15 horas a la Plaça Vella, que por segundo año consecutivo se ha convertido en la parada central de la prueba. Antes se hacía en el Raval.
Ráfagas de viento
En la Plaça Vella todos posaron para la tradicional foto de familia. Pero fue un descanso brevísimo, ya que a continuación continuaron sin tregua por la calle Major, el Raval y la Rambla. El frío no era excesivo. Se soportaba bien. Lo que más perjudicó a los sufridos atletas de fin de año fue el viento, que alcanzó rachas importantes en la parte alta de la Rambla d’Ègara. Pero nada les detuvo.
El ritmo de esta edición fue, quizás por eso, algo más lento que el de otras. Los participantes alzanzaron la plaza de Can Roca a las 18.45 horas. Allí, los miembros de la "Sosi" tenían ya preparado rle habitual refrigerio. No faltó de nada. Había cava, cerveza, refrescos, bebidas isotónicas y agua para que todo el mundo se hidratara. Y para recuperarse del esfuerzo, algo para picar: patatas fritas y turrones. Pasadas las siete de la tarde, todos a casa. Ducha, cena familiar y listos para recibir al nuevo año.