Pocos edificios manifiestan la majestuosidad que se puede derivar de la contemplación de la Escola Pia de Terrassa. Suntuosa desde todos sus ángulos de visión, la edificación y todo el abundante recinto que abarca parecen sumidos en el alambre del pasado pero, con aromas de la pisada del tiempo. Incrustados en sus paredes, se conjuran mil y una anécdotas que nos podrían relatar el batallón de alumnos y alumnas que se han aposentado en sus aulas durante toda su existencia. Un ejército calzado con esa bata tan característica de este centro, por el que han pasado una multitud de egarenses.
De entrada, este edificio se fraguó para dar cabida al Real Colegio Terrassense, una institución de prestigio y referente en su época en toda Catalunya. En el año 1901, los Padres Escolapios se hicieron cargo de este recinto y, tras mucho más de un siglo en pie, esta edificación continúa albergando a la Escola Pia y trabajando en pos de la educación de los hijos, de los hijos y de los hijos de muchos de los que fueron anteriormente alumnos.
Francesc Daniel Molina Casamajó proyectó en 1860 su construcción sobre los planos. Pere Comerma i Rodó, maestro de obras, fue el encargado de ejecutarla. Molina, nacido en Vic, era un reputado arquitecto que trabajó principalmente en Barcelona, y que dejó para la posteridad obras como la Plaça Reial o la iglesia de la Misericòrdia de Canet de Mar. El germen del edificio, que se levantó en lo que se conocía como el Turó de l’Argila o también, Era de Dalt, tenía forma de E pero, la pela es la pela, y fue imposible que así se erigiera. Al final, tuvo un aspecto rectangular, con una ala lateral en la zona norte, y un patio interior. En definitiva, se alzaron una planta baja y dos pisos, y se acuñó con un elemento diferenciador, en la zona norte.
Torre de cinco plantas
Preside toda la finca, como sin quererlo, una torre impertérrita, de cinco plantas y formación octogonal. Marcial e inmaculada, fue y, con toda probabilidad sigue siendo, protagonista de cuchicheos o epopeyas varias, extraídas más bien del imaginario de alumnos más procaces, que buscaban sus dosis de importancia ante sus compañeros de clase, y asustar más que componer hagiografías.
Una de las innovaciones que aporta el edificio de la Escola Pia es el hecho de que es el primero de las construcciones contemporáneas de la ciudad que exhibe el ladrillo visto como revestimiento de la fachada. A mediados del siglo XX, se agregó lo que era la nueva capilla, en la parte sur de la edficación. Con esta anexión, la planta definitiva de la Escola Pia se revela como una U. La dibujó el arquitecto municipal de la época, Josep Pratmarsó, que la configuró con tres naves presididas por elementos artísticos religiosos.
No es fácil poder asegurar que se ha estado en todas las estancias de esta construcción. Son muchos metros cuadrados que se antojan eternos de visitar. Un espacio infinito de paredes que representan un fiel testimonio de generaciones y generaciones de estudiantes.