El "Jazz a la fresca" arrancó este fin de semana contando con la presencia de uno de los mejores saxofonistas de jazz con los que cuenta nuestro país, y que tal como se ocupó de demostrar es también uno de los más creativos.
El de Llibert Fortuny es el típico caso de artista (así, en general) que desde una técnica impecable y especialmente pulida puede arrancar a volar, por un lado, desde la emoción, y por otro, desde la innovación.
En el caso de Llibert Fortuny el trío es acústico sólo en parte; los instrumentos lo son (aunque no todos), pero el tratamiento que se les da no es acústico, sino electrónico. Esto es así exclusivamente en el caso del saxo alto, que extiende su sonido gracias a los "loops" y a las bases que Llibert Fortuny crea en directo.
Ensayos muy distintos
El músico trajo a Terrassa un repertorio erudito, especialmente anclado en la tradición y que partió de dos piezas de Charlie Parker ("Star Eyes" y "Anthropology"), e incluyó piezas tan universales como el "Cantaloupe Island", de Herbie Hancock, o "In a sentimental mood", de Duke Ellington.
Dio, a partir de este repertorio, toda una lección de la importante labor del jazz a la hora de reinventar, de recrear, de enriquecer y de transmitir a partir de la improvisación. Tanto es así que el propio músico reconoció que "es muy difícil tocar conmigo" a la hora de elogiar la labor de sus compañeros de escenario; los ensayos se acaban asemejando poco, tal como confesó, a lo que finalmente ocurre en directo.
Desde luego saber eso supone un estímulo para elogiar la pericia de sus compañeros en directo, que apenas daban señas de estar pasándolo mal, como Fortuny se temía, teniendo en cuenta las circunstancias.
Con todos estos datos resultó más atractivo, si cabe, saborear la experiencia de reencontrarse con piezas antes escuchadas, algunas hasta la saciedad, desde un nuevo punto de vista. Se nota que Fortuny además domina todos los recursos de los que hace gala, incluido el instrumento electrónico con el que a veces sustituye a su saxo o incluso los sonidos que extrae de su voz, y que le sirven construir lo que Valentí Grau bautizó ese día, con acierto, como "univers Fortuny."
Lo que sorprendió mucho fue ver el aspecto muy delgado y atlético del saxofonista, comprensible si tenemos en cuenta que es, además, un triatleta de alto nivel. En este sentido, el músico compagina ambas pasiones y ha llegado a apuntar en sus entrevistas que "si los grandes del jazz hubieran descubierto el deporte, todavía estarían vivos."
A esos grandes los recrea en directo no sólo reviviendo su música sino reinventándola, con conocimiento y pasión.