Cuando el espectador se sienta frente a la tele y observa a algunos personajes que aparecen en ella (por ejemplo, en un "reality" del tipo "Gran hermano"), a menudo pronuncia la frase: "Yo, esto, nunca lo haría". Es entonces "cuando la tele nos hace sentir más importantes, más cultos, más ilustres, ya que pensamos que somos mejores que aquellos miserables, entre comillas, que vemos en la pantalla. En definitiva, nos hace sentir bien. Por eso creo que la televisión cumple una función social", dijo en un tono jocoso el crítico televisivo y escritor Víctor Amela. Fue el lunes pasado, en la mesa redonda titulada "La televisión, el escaparate de la realidad subliminada", que la asociación Actes organizó en el campus de la UPC en Terrassa.
Durante el debate, Amela estuvo acompañado por el crítico de cine y televisión, Toni Vall, y por el escritor y periodista egarense Vicenç Villatoro, en un diálogo que moderó el también periodista y comentarista de cine, Albert Beorlegui.
Pero Amela también afirmó que esperamos demasiado de la televisión. "Queremos que nos haga más felices, que resuelva nuestros problemas". Y puso el ejemplo contrario de los Estados Unidos. "Allí, desde el primer día en que apareció este invento tuvieron muy claro que la tele era puro entretenimiento, y no esperan nada más de ella".
Siguiendo el hilo de lo expuesto por Amela, el terrassense Vicenç Villatoro consideró que "en Europa tenemos muy interiorizada la idea del servicio público televisivo". Y marcó una clara diferencia entre las cadenas públicas y las privadas.
Villatoro (antiguo responsable de la corporación que agrupa a TV3 y Catalunya Ràdio) remarcó que "las reglas del juego de las teles privadas y de las públicas no son las mismas". Y que las cadenas privadas (como Tele 5, A-3 TV, Cuatro o La Sexta) "no tienen ninguna obligación" en cuanto a la función de servicio público de sus contenidos. "Lo que buscan esas cadenas es el negocio. Las privadas no tienen otro límite que el código penal o bien que el código moral de cada espectador", ya que Villatoro insistió en que es la audiencia la que acaba decidiendo si ve, o no, un determinado programa.
Más cultura
Por su parte, el crítico Toni Vall lamentó la ausencia de más contenidos culturales en la tele pública, en una afirmación que también compartieron Villatoro y Amela.
En un punto del debate, el moderador, Albert Beorlegui, puso sobre la mesa los cambios en los contenidos televisivos que ha habido en los últimos años, desde la llegada de la telerrealidad a la época dorada que hoy viven las series. Precisamente, sobre esa afirmación que dice que "las buenas series son hoy el nuevo cine", Vall manifestó "que no puede estar más en desacuerdo".
El experto sugirió que las series son las series y las películas son las películas. "No sé por qué tenemos que hacer mezclas raras", dijo. Además, Vall explicó que en ocasiones pregunta a sus alumnos de universidad, de apenas 20 años de edad, por sus preferencias cinematográficas. Entonces observa como, para que una película les guste, necesitan que el final de la historia sea "veinte veces enrevesado porque, en el caso contrario, consideran que en la peli pasan pocas cosas". Para Valls, este hecho se debe al consumo compulsivo de series.