Felipe VI cumple el martes mil días de reinado en los que ha impulsado la transparencia y austeridad de la Corona, ha promovido su apertura a todos los sectores de la sociedad y ha afrontado retos institucionales como un prolongado e inédito bloqueo político y el creciente desafío independentista en Cataluña.
Todo ello sin olvidar las turbulencias del caso Nóos, que no han cesado tras la absolución de la infanta Cristina y la condena de Iñaki Urdangarin y ante las que no dudó en retirar a su hermana el título de duquesa de Palma, un gesto que puso de relieve el distanciamiento entre ambos y visualizó su disposición a “velar por la dignidad” de la Corona y “preservar su prestigio”.
Los compromisos de renovación asumidos en aquel discurso de proclamación no tardaron en convertirse en iniciativas concretas y, así, al anuncio de que las cuentas de la Casa del Rey serían sometidas a una auditoría externa siguió la publicación de las retribuciones de sus altos cargos, los contratos y convenios suscritos y el grado de ejecución de sus presupuestos.
El Rey prohibió además para los miembros de la Familia Real aceptar regalos que comprometan la dignidad de sus funciones y recibir préstamos sin interés o servicios en condiciones ventajosas, al tiempo que estableció un código de conducta para garantizar que trabajadores y altos cargos de la Casa actuaran con austeridad, ejemplaridad y honradez.
A estas medidas sin precedentes sumó el recorte de su propio sueldo, cuando bajó un 20 por ciento la asignación que percibía el jefe del Estado para situarla en niveles coherentes con las retribuciones de responsables de altas instituciones españolas, presidentes de Repúblicas representativas y otros monarcas europeos.
No menos importantes para su determinación a encarnar “una Monarquía renovada en un tiempo nuevo” fueron los cambios que tanto él como la Reina Letizia introdujeron en su agenda para acercar la Corona a todo tipo de sectores y colectivos de la sociedad española.
Así, víctimas del terrorismo, Fuerzas Armadas, empresarios, académicos, científicos y deportistas han tenido ocasión de compartir con los Reyes sus problemas en la misma medida que jóvenes emprendedores y voluntarios de ayuda a discapacitados, afectados por la crisis, representantes de religiones minoritarias, víctimas de violencia machista y colectivos de gais, lesbianas y transexuales.
Entre otras novedades destacó la forma en que celebraron el primer aniversario de la proclamación, cuando cedieron el protagonismo a ciudadanos anónimos condecorados por su conducta ejemplar, y su decisión de abrir el Palacio de Marivent a las autoridades baleares y dar vía libre a la futura apertura de sus jardines al público.
Y estos primeros mil días han sido testigos de un escenario político inédito en la democracia, cuando Felipe VI propuso en enero de 2016 a Mariano Rajoy como candidato a la investidura y el vencedor de las elecciones declinó la propuesta, una insólita situación que desembocó en diez meses de Gobierno provisional.
La agenda de actividades del jefe del Estado adoptó un perfil más bajo, pero su papel constitucional fue clave para el desarrollo de un proceso en el que firmó la disolución de las Cortes tras una brevísima legislatura y durante el que se concentraron cinco rondas con portavoces políticos y dos investiduras fallidas.
Cataluña es una prioridad en la acción de Felipe VI, como lo demuestra que ha sido con creces la Comunidad que más veces ha visitado en este tiempo, 20, la primera de ellas con un discurso en el que manifestó su objetivo de “hacer más presente todavía a la Corona en esta tierra” para transmitir “mensajes de respeto, entendimiento y convivencia”.
Tras Cataluña, Andalucía es la que ha recibido más a menudo al Monarca, en doce ocasiones, y el País Vasco destaca con ocho estancias de Felipe VI, quien, desde que sucedió a su padre, ha viajado al menos una vez a todas las comunidades, si bien aún le quedan algunas provincias, además de Ceuta y Melilla.
Su agenda internacional acumula ya 35 viajes desde que acudió al Vaticano apenas diez días después de su proclamación y en ella destacan dos Cumbres Iberoamericanas, las tres últimas Asambleas Generales de la ONU y tres visitas de Estado (Francia, México y Portugal), a las que pronto se sumarán Japón y Reino Unido, así como el encuentro con Barack Obama en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
El desgaste de la imagen de la Corona en la última etapa de don Juan Carlos, marcada por el caso Nóos y su viaje a Botsuana, parece restañado con Felipe VI a tenor de las encuestas del CIS, ya que en junio de 2014 la Monarquía era uno de los tres principales problemas para el 1,1 por ciento de la población, mientras que en el sondeo de esta misma semana incluso ha desaparecido del listado.
La última vez que el CIS preguntó por el grado de confianza en las principales instituciones del Estado fue en abril de 2015, cuando los ciudadanos dieron a la Corona una nota de 4,34, frente al 3,72 de un año antes, y un 57,4 por ciento de los consultados respaldó la tarea de Felipe VI.
También se ha consolidado y ampliado en este tiempo la agenda propia de doña Letizia, cuya condición de embajadora especial de la FAO para la Nutrición y sus nuevas responsabilidades en Cruz Roja, la FAD y el Patronato de Discapacidad se han sumado a sus tradicionales compromisos en materia de salud, integración social y defensa de los derechos de la infancia y la mujer.
Carlos Pérez Gil y Ramiro Fuente.