La prueba del nueve para evaluar la calidad de una democracia se encuentra en la distribución del poder. Es tan elemental como infalible: si el poder se concentra, mal; si se concentra aún más, peor; si se esparce, bien. Nunca una democracia ha resultado ingobernable por exceso de compartimentación del poder. Y viceversa, la democracia se desvanece a medida que el poder se unifica en menos manos y se limita la autonomía de las instituciones.
La definición clásica de Montesquieu es una utopía. Los gobernantes siempre han mantenido los jueces a raya. Los legislativos son apéndices de los ejecutivos. Ahora, los poderes son tres, el económico, el político y el mediático. El riesgo principal, en algunos países, es que pasen a ser dos, porque entre el político y el económico controlen el mediático.
Fragmento del artículo de Xavier Bru de Sala publicado en E Periódico de Catalunya