Opinió

¿Cómo salir de una relación adictiva?

Cuando se siente la necesidad de incorporar algo que llene la vida y la persona se aferra creyendo que no se puede vivir sin ello, es cuando se convierte en víctima de una adicción.

Las adicciones muy a menudo tienen un niño interior herido, heridas que parecen alimentarse de pensamientos de limitación o carencia. La persona o sustancia que origina la adicción (alcohol, drogas, fármacos, tabaco, juego) utiliza a alguien para cubrir su vacío. Este vacío puede ser la falta de un sentido en la vida que lleva a uno a vivir relaciones adictivas, a veces sin darse cuenta.

Los apegos emocionales que se desarrollan a lo largo de una relación, ya sea de índole familiar, de amistad o de pareja, afectan directamente la calidad de vida. Creer que la felicidad depende de una persona, o someterse a ella, hace aferrarse a una clase de amor que lo vuelve posesivo, celoso y dominante. Esto no es el verdadero amor.

¿Cómo salir de una relación adictiva?

Descubriendo la naturaleza espiritual propia.

Respetando y amando a uno mismo como ser espiritual.

Reforzando la autoestima y la autoconfianza, al cambiar la manera de pensar de uno mismo y valorando los talentos y cualidades que se posee.

Reconociendo que la seguridad que hace sentir tal relación es falsa, sin base.

Llenando el aparente vacío con amor y comprensión hacia uno mismo.

Rompiendo la relación, sin tener miedo al cambio y con la convicción de ser libre.

La salud mental en las relaciones no depende de condiciones materiales como el nivel cultural o económico, sino de la fuente de ideas espirituales que la sostienen, como el cariño, respeto, confianza mutua, lealtad, factores que sostienen y alimentan una relación sana.

Asistí a la conferencia “La dependencia emocional”, en la cual el psicólogo barcelonés Enric Corbera expresó que: “Las relaciones adictivas se alimentan de creencias irracionales, de la creencia que la persona está separada de la Divinidad y busca en los demás sentirse completa”.

He visto un ejemplo similar al dialogar con una amiga, que me comentó sobre la relación conflictiva que mantenía con su padre. Sentía mucha dependencia, manipulación y opresión, como un pájaro dentro de una jaula. Me di cuenta cómo ella había dejado de irradiar la alegría que la caracterizaba, y se desvalorizaba día tras día. Durante un tiempo, intercambiamos algunas ideas sanadoras sobre su identidad espiritual y sobre cómo debía contribuir para mejorar esa relación. En una ocasión le dije que empezar bien significaba terminar bien, es decir, que comenzara desde una visión más elevada a observar a su padre y no desde el problema de la relación. Fue así que, paso a paso, pudo reconocer la naturaleza espiritual de su padre y construir una buena relación a partir de la libertad de cada una de las partes, y hoy los dos comparten una sana relación.

La buena noticia es comprender que no existe separación en el verdadero amor: así como un rayo no puede desprenderse del sol, de la misma forma uno no puede romper el vínculo espiritual con lo deífico, con el principio todo-amoroso. En ese principio no hay fragmentaciones, sino una unicidad con la individualidad infinitamente reflejada. Reconocer este hecho espiritual de la existencia de cada uno es la puerta de entrada a la libertad mental y física.

Todos ya somos seres completos, pero sólo lo comprendemos cuando sentimos e irradiamos el verdadero amor. Entonces encontramos la libertad espiritual y la salud emocional.

Cuando te enfocas en nutrir y envolver a tu prójimo con amor espiritual, dando prioridad a las necesidades de los demás, superas la adicción.

La autora es del Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana en España

To Top