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Luce el sol, el centro de Barcelona vuelve a estar invadido, es Sant Jordi

A pesar de que el día ha empezado lento y solitario, puesto que antes de las nueve sólo se encontraban por las calles de Barcelona el cocinero Ferran Adrià, algunos corredores y personas montando puestos de libros y rosas, el paisaje se ha transformado y al mediodía el centro de la ciudad es un hervidero.
Luce el sol, la gente ha abandonado sus casas masivamente, y se ha lanzado a invadir las calles colindantes a la Plaza Cataluña, ya sea para que sus ídolos les firmen libros, ya sea para poderse fotografiar con ellos.
A primera hora de la mañana el periodista Víctor Amela no escondía que cada vez se iguala más el número de personas que piden dedicatorias para sus libros con las que solicitan “selfies”. “Lo que tenemos que conseguir -indica- es que se quede al 50 %”, pues al fin y al cabo, Sant Jordi es la fiesta del libro.
Tras los miedos climatológicos de los últimos días, al menos en la capital catalana, el día ha quedado primaveral, incluso caluroso, y la gente ha demostrado que quiere volver a ser protagonista de la jornada, en la que se espera que se superen las ventas del año pasado, que fueron de 1,5 millones de ejemplares, y de miles de rosas, de las que cerca de 18.000 serán “solidarias”.
Cuando se cumplen los 400 años de las muertes de Shakespeare y Cervantes, cuando se bautizan trenes con los nombres de los escritores Caterina Albert y Joaquim Carbó, los escritores vivos, así como cocineros, deportistas, youtubers, estrellas de la televisión o políticos toman paradas y casetas para departir con sus seguidores.
El sueco Jonas Jonasson, que ha dejado una fría isla escandinava para pisar el caliente asfalto barcelonés, se mostraba maravillado por el movimiento humano en su primer Sant Jordi, mientras el economista Xavier Sala i Martín, con encarnada americana a cuestas, accedía a dejarse fotografiar por parte de una acérrima seguidora.
Otros tomaban fotos al grupo musical Sopa de Cabra, mientras William, un suizo de Ginebra, acompañado por su mujer Margarita y su hija Paulina, decía que le encantaba esta tradición única, aunque lo dijera, en medio de un tumulto, mientras una señora le susurraba a su marido: “mira si ese de allí es un famoso”.
Miquel Robleda y su hija Mireia, en cambio, tenían clarísimo que a quien le iban a pedir una firma era a la motorista Laia Sanz, “un ejemplo a seguir”, y el único motivo que permite a Mireia ir a dormir tarde durante el curso escolar, especialmente, cuando corre el Dakar.
Encantado con el día, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, un clásico de Sant Jordi, sólo tenía palabras para aseverar, contundente: “esta es la fiesta más bonita y edificante de España, al combinar el amor a las personas queridas a través de la rosa con el amor a la lectura”.
“No conozco una cosa igual, siempre salgo reconfortado, también por la convivencia que desprende, con gente de todas partes, de Vic o de Trujillo, que nunca te dice nada negativo”, ha resaltado Revilla.
Más allá, en plena Rambla, un grupo de estudiantes polacos que están de intercambio con el IES Miquel Biada de Mataró no se acababan de creer lo que estaban viviendo, con tanta gente en la calle, mientras su profesora Kinga los intentaba llevar a la acera.
En el otro lado, una pancarta “Todos somos Ecuador”, da la bienvenida a una parada de rosas y libros en la que todo lo que se obtenga por las ventas se enviará al país latinoamericano, afectado por un terremoto.
Por su parte, el italiano Claudio Magris, pregonero de este año, no ha parado de firmar, especialmente a la colonia de compatriotas que residen en Cataluña.
En Rambla Catalunya, muy cerca de la parada del PP, la escritora Empar Moliner, con una cerveza en la mano y picando unos “doritos”, no ha parado de firmar: “cada año es igual, haya más o menos gente, sea sábado o laborable, es un no parar, es incluso perturbador”.
Algunos le comentan la polémica que protagonizó hace unos días al quemar unas páginas de la Constitución en un programa de televisión, aunque ella dice que “lo más bonito es ser un ‘long seller’, que te digan que van comprando tus diferentes libros a lo largo de los años”. Irene Dalmases

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