Basta hablar unos minutos con Josep Casajuana (Terrassa, 1949) para contagiarse de su entusiasmo por el poder cohesionador de la cultura y las humanidades, su capacidad de hacer progresar y civilizar una sociedad, de mejorar el mundo y las personas y, por lo tanto, de su absoluta necesidad. El lunes, Casajuana dejó de ser presidente de Amics de les Arts, tras tres años al frente de la entidad.
Los mandatos en Amics de les Arts son de dos años. Usted ha estado tres. ¿Le costó encontrar relevo?
Hace un año no estaba claro. Incorporé entonces a Jordi Chueca a la junta, con otras personas, y con la distribución de trabajo en ella, la ayuda que podemos darle desde la junta consultiva (que formamos todos los ex presidentes) y el voluntariado, se han dado las circunstancias para que Jordi Chueca pudiera asumir la presidencia. Era el momento ideal para hacer un relevo ordenado, sin sobresaltos ni vacíos de poder, rejuveneciendo la junta y dotándola de un nuevo empuje.
¿Agota mucho, presidir Amics?
Yo he disfrutado mucho. Me ha gustado mucho. Hay muchos socios que trabajan, por amor al arte, para diferentes vocalías, y otros, como Jordi Chueca o yo, que no estamos en ninguna. Somos socios de Amics de les Arts por filosofía, por romanticismo, porque queremos que continúe.
¿El momento más complicado?
A los pocos meses de asumir la presidencia, me encontré con tener que ir al juzgado. La entidad debía pagar el trece por ciento de unas obras del edificio (cubierta, claraboya)porque es la parte alícuota de nuestra propiedad (la sala de actos; todo el resto es de la familia Onandia).Según los números del propietario, habíamos de pagar cerca de 48 mil euros, y nosotros, basándonos en los informes de nuestros técnicos, asumíamos unos 30 mil. Presentamos un recurso (porque no estábamos de acuerdo con la sentencia del juez de Terrassa) a la Audiencia Provincial, que nos obligó a pagar 35 mil. Con todo, era mucho dinero, y por eso organizamos una subasta, que fue un acontecimiento histórico, con una respuesta extraordinaria. Hay que agradecer muchísimo a las personas que colaboraron permitiéndonos hacer frente a este gasto.
¿La relación con la familia propietaria sigue siendo difícil?
Yo pasaría página. Ahora estamos pendientes de cerrar un acuerdo que permita a la entidad pagar religiosamente la cantidad que corresponda por los locales que les tenemos alquilado, y concentrarnos en lo que es realmente nuestro objetivo: producir cultura.
¿Qué ha pasado en Amics en estos tres años de su presidencia?
Hemos procurado mejorar las instalaciones. Se ha dotado a la sala Bancales de un proyector que permite hacer con más garantías de calidad las proyecciones del cine-club. Separamos esta sala de la Morera, con lo que se dobla la capacidad de hacer actos de un formato de 30-45 personas. En la sala de actos hemos arrinconado las gradas hacia el fondo, tras una cortina, con lo que no es tan grande como antes, cuando se amontonaban en un patio interior, pero le hemos dado un carácter más polivalente.
¿Y en cuanto a las programaciones?
Hemos recuperado, y es de las cosas que estoy más orgulloso, los conciertos de la Xarxa de Musiques de Catalunya, y a precios populares. El grupo literario funciona a todo tren. Nos hemos abierto a otras entidades. También se han intentando hacer cosas conjuntas entre varias secciones, porque hay que aprovechar las sinergías. Acabamos de crear la sección de fotografía, que nunca había acabado de consolidarse. Conseguimos hacer más barata la inscripción de la Fira del Dibuix, con lo que ahora vienen muchos más artistas jóvenes.
¿Especialmente satisfecho de…?
Las exposiciones de Llorenç Muntada, que fue presidente de la entidad y alma de un fenómeno cultural en Catalunya: las bienales de pintura celebradas entre 1953 y 1973; Salvador Alavedra, con dibujos de los años treinta a los ochenta, extraordinaria; y Roser López Monsò, y el pequeño homenaje al Pepe Martínez Lozano. A los creadores potentes, que han marcado la vida de la entidad, y que han trabajado "gratis e per amore", se les ha de reconocer. Y más en una sociedad como la nuestra, tan materialista, que tiende siempre al individualismo, los dos valores que han dominado en este década bárbara.
En cada asamblea se habla de la necesidad de tener más socios.
Perdimos muchos en los primeros años de la crisis. Una tercera parte se dio de baja (y de lo que estoy más contento es de la fidelidad de los socios que han aguantado en estos años duros que nos toca vivir). La crisis ha afectado sectores importantes de las clases medias, que eran la base sociológica de los socios de esta entidad. El socio paga ahora once euros al mes, una cantidad muy ajustada y que no se ha tocado en dos años.
Es el precio de un menú.
Sí. Hay que explicar que somos una entidad que nos vemos obligados a pagar un alquiler, que ojalá pudiéramos destinar a actividad cultural. A lo largo de nuestros 89 años de historia, han habido oportunidades de tener un patrimonio, pero se descartaron, quizás porque esta es una entidad muy bohemia. Creo que la nueva junta potenciará que la gente joven, que ya se mueve por aquí, se implique más.