Francisco Cano tendría ahora 60 años. ETA lo mató hace quince. Hoy, 14 de diciembre, se cumplen tres lustros del terrible zarpazo que la organización terrorista dio a la familia de Paco Cano, concejal del PP en Viladecavalls. Los asesinos pusieron una bomba lapa en el coche que Cano, fontanero, usaba para su trabajo, y que saltó por los aires aquella mañana del 14 de diciembre, jueves, en la confluencia de la calle del General Milans del Bosch con la Ronda de Ponent, en Can Boada.
Allí, en ese rincón, hay un espacio público que fue bautizado después como Jardines de Francisco Cano en homenaje a la víctima, al padre de dos hijas, Laura y Noelia, al marido de Encarna, al hombre vitalista, socio del Terrassa FC y del Real Madrid; al hombre que estos días miraría con un rictus de satisfacción los ornamentos navideños que tanto gustaba de armar en su casa de Can Trias.
Más de 150 mil personas, según los cálculos oficiales, participaron al día siguiente del atentado en la manifestación más multitudinaria realizada jamás en Terrassa. Mostraban su condena por el acto terrorista y clamaban por la libertad. Los sospechosos del crimen, miembros del “comando Barcelona”, fueron detenidos y en mayo del 2004 la Audiencia Nacional condenó a dos etarras a 39 años de prisión y a un tercero a 36. Dos terrassenses recibieron un castigo de nueve años de cárcel, al entender el tribunal que habían colaborado con el comando aunque esa colaboración no fuese determinante para el asesinato de Cano.
De Jaén
Seguramente lo escogieron a él porque lo creyeron más vulnerables que otros. La noche del 13 al 14 de diciembre forzaron la puerta de su Citroën C-15 y pusieron la bomba bajo el asiento del conductor. El vehículo transitó por Terrassa hasta que el artefacto explosionó en Can Boada, segundos después de que unos amigos de Cano se apeasen del coche.
El edil fue intervenido en Mútua, donde falleció unas tres horas después. Francisco Cano Consuegra había nacido 45 años antes en La Carolina, Jaén. Hoy sería abuelo.