Nadie olvidará jamás aquel martes de diciembre en que la naturaleza volvió a ensañarse con Terrassa. Se cumple un año del brutal vendaval que asoló la zona, destrozó árboles, dañó edificaciones y mobiliario urbano, paralizó los servicios y el transporte público. De forma inesperada, el temporal también se cobró dos vidas en la ciudad.
El 9 de diciembre de 2014 la tormenta de viento que arrasó la plana vallesana fue especialmente trágica en Terrassa, donde dos jóvenes -Jaume C.D., de 27 años, y Rabha O. de 16-, perdieron la vida al desplomarse sobre ellos el muro de la antigua fábrica AEG. Doce meses después, la ciudad aún se estremece al recordar el brutal impacto de la noticia.
Y es que ni los más viejos del lugar recuerdan un episodio de viento como el que se vivió el 9 de diciembre de 2014. Las predicciones meteorológicas anunciaban una jornada ventosa, pero la dimensión del fenómeno superó todas las previsiones.
El temporal de viento cayó sobre la zona a media mañana y se intensificó a mediodía, alcanzando rachas de hasta 130 kilómetros hora, propias de fenómenos huracanados. Además, el aire se precipitó sobre la plana vallesana de manera irregular, en forma de grandes lenguas de viento que arrasaron cuanto encontraron a su paso.
En el casco urbano, el efecto fue un constante crujir de árboles que se quebraban por la presión, vidrios rotos y elementos desprendidos de edificios y azoteas. Decenas de personas fueron atendidas por los servicios médicos con lesiones por traumatismos y cortes con cristales, entre ellos varios alumnos de la escuela El Cingle.
El viento arrasó jardines, contenedores, obligó a restringir el tráfico en calles y autopistas, y la caída de árboles paralizó las líneas ferroviarias. Algunos tramos de la ciudad se quedaron sin suministro eléctrico y cinco escuelas se vieron obligadas a cerrar temporalmente las aulas para evitar riesgos.
La lista de la devastación es interminable: mil árboles destrozados en la ciudad, 100 mil en el entorno natural de la Anella Verda y una recuperación aún en marcha cuyo coste económico supera los dos millones de euros.
De entre los destrozos más significativos destacan dos espacios que, por su carácter emblemático, dan idea del impacto que tendrá en la memoria colectiva el devastador vendaval de aquel 9 de diciembre de 2014. Se trata del Parc de Sant Jordi, que ese día vio desplomarse 87 árboles y con ellos su histórico esplendor. Y el Cementerio Municipal, donde buena parte de la arboleda se desplomó dañando nichos y panteones.
El entorno natural
Terrassa fue la ciudad más devastada por el vendaval de hace un año. El episodio recorrió ferozmente la plana vallesana arrasando sobre todo los espacios naturales. En su periplo caprichoso, el viento apenas se coló por las calles de los municipios vecinos, que en algunos casos como Sabadell vieron desaparecer literalmente espacios protegidos como el bosque de Can Deu.
El comportamiento del temporal fue distinto en Terrassa. La ciudad, plagada de antiguas rieras transformadas en calles y avenidas, auténticos canales por los que el viento discurre a su antojo, recibió buena parte de las rachas de viento procedentes de la cima de Sant Llorenç. Mientras rugía por el entorno boscoso, el aire circulaba con idéntica agresividad por la trama urbana.
Medio millón de árboles
El vendaval del pasado diciembre afecto a varias comarcas catalanas y con especial virulencia al Vallès Occidental, donde sólo en Sabadell y su entorno se perdieron medio millón de árboles. Los caprichos de la naturaleza quisieron, sin embargo, que el Parc Natural de Sant Llorenç resultara prácticamente ileso. El pasado diciembre apenas resultó afectado un 10 por ciento de la superficie protegida, sobre todo en tramos de preparque y entre Matadepera y Castellar.
En la falda de la montaña el viento fue más devastador. Diez días después del episodio, el Consell d’Alcaldes del Vallès Occidental pedía apoyo económico y técnico para abordar la recuperación de las zonas afectadas y advertía que la comarca se había convertido en un auténtico polvorín con vistas a la temporada de incendios.
En los meses siguientes las ayudas llegaron y la meteorología dio un respiro. Tras el vendaval, la primavera y el verano de 2014 fueron inusualmente lluviosos. Y con el bosque húmedo, apenas se registraron pequeños conatos.
El 9 de diciembre de 2014 pasará a la historia como el día en que el viento arrasó violentamente la ciudad y destrozó su entorno natural