El arrojo no siempre lleva aparejado el aplomo. En su caso, sí. El conductor de un autobús tuvo arrojo y aplomo, a partes iguales, el lunes, cuando, a eso de las ocho de la tarde, el vehículo empezó a arder por su parte trasera. Hizo salir a todos los pasajeros, pero él se quedó dentro. ¿Para qué? Para trasladar el bus a mejor sitio, más espacioso, más accesible para los trabajos de los bomberos. El incendio fue en la calle de Núria y el bus quedó parado en la de Santa Maria de Mazzarel·lo. El chófer resultó intoxicado.
La Policía Municipal recibió el primer aviso de parte de un testigo, que comunicó a la Jefatura lo que acababa de presenciar: un bus parado y a su conductor desalojándolo de usuarios. “Dentro del autobús hay mucho humo”, explicó el testigo. De inmediato, la Policía Municipal activó a los bomberos y el 061. Una dotación policial se dirigió a la zona. Una lengua de fuego devoraba la parte trasera de un autobús de Tmesa. Agarraron los agentes un extintor para atacar el incendio. Llegaron más unidades, y llegaron los bomberos, tres dotaciones. Y dos ambulancias.
Media docena de usuarios
Había que atender a una persona; al conductor. Éste, de 37 años, había evacuado el bus nada más percibirse el humo y el principio de la ignición. Había media docena de pasajeros, y los hizo salir a todos. Pero él permaneció al volante. El vehículo estaba en la calle de Núria, junto al número 122, cuando comenzó el fuego. Se la jugó. El hombre creyó necesario mover el bus de sitio, con el objetivo de minimizar los posibles daños exteriores, en cables, en fachadas, y de facilitar la acción de los bomberos.
Resultó intoxicado por inhalación de humo. Una ambulancia lo llevó a Mútua. El fuego quemó sobre todo, y de forma directa, la mitad trasera del bus, pero dejó inservible todo el vehículo. Los bomberos consideraron controlado el fuego a las 8.10, pero no terminaron el servicio hasta las 9.10 de la noche. Una grúa retiró el autobús renegrido. Una caja de telefonía resultó dañada también por el fuego.