El 27 de junio de 2007 Josep Fàbrega se vino de Calders, la pequeña localidad del Moianès en que reside, hasta Terrassa para recoger, en la Nit del Misteri que organiza Òmnium Cultural, el premio Enric Gall de poesía. Entonces era prácticamente un desconocido en el mundo de la poesía catalana. Desde entonces, Fàbrega ha ganado una veintena de premios del género, al que el viernes añadió el Agustí Bartra-Ciutat de Terrassa, que convoca Amics de les Arts y el Ayuntamiento. Ganó con "Sense bitllet de tornada", poemario que considera su obra "más personal".
¿Cuál es el tema de "Sense bitllet de tornada"?
El mito del retorno. A medida que nos hacemos mayores, recordamos más que cualquier otra cosa; añoramos lo que habríamos podido hacer, y no hicimos, o nos arrepentimos de lo hecho. En este libro he revivido mi juventud, en una casa de payés sin luz ni agua corriente, condenado a trabajar a las minas de Súria, y mi resistencia a ello. Hablo de ese contexto de muchos veranos segando y trillando, del frío recogiendo aceitunas heladas. Habló de mi, pero lógicamente intento trascender, y, sobre todo, es un trabajo de lenguaje y imagen.
¿Qué forma tienen los poemas?
Estructuralmente, soy muy conservador. El libro está escrito casi todo en endecasílabos, con rima asonante y acentuación en la sexta o la cuarta sílaba; y además los poemas riman ABAB de manera continua. Me es más fácil escribir en poesía y hacerlo rimando que en prosa.
El lenguaje, ¿en qué sentido?
El catalán se ha empobrecido mucho, en aras de una lengua estándar que ha de ser muy comprensible, y que te hace comprar las pastillas en "caixes" y no en "capses", porque en castellano son "cajas". Con este empobrecimiento sufro mucho, y mi poesía pretende ayudar a "mantener las palabras", que querría que no se acabaran de perder, que son tan expresivas, tan vivas y tan poéticas.
"Sense bitllet de torna", ¿es representativo del resto de su obra?
Sí, claramente. En todos mis libros hay mucha imagen y una voluntad de escribir un catalán genuino. Un miembro del jurado, Jordi Fernández, me ha comentado que, leyéndolo, tuvo que buscar muchas cosas en el diccionario, y me parece muy bien. El filólogo Joan Solà decía que la lengua era como era, y que no la habíamos de hacer más "fácil", ni irla "rebajando". Antes decíamos "abans de travessar el carrer, mira a banda i banda". Ahora ya no es "travessar" sino "creuar", y estamos perdiendo la "o" abierta y expresiones que forman parte del registro familiar de la lengua, como "net como una patena" o "content com unes pasqües". Y pronto la fruta ya no tendrá "pinyols" sino "ossos".
A menudo los catalanohablantes utilizan las palabras correctas, pero en una estructura gramatical que calca la de la lengua castellana.
Sí. No se trata de hablar siempre en registro familiar, con alocuciones y frases hechas, pero éste ha de existir. Cuando estudiaba sociolingüística, me explicaron el proceso de sustitución de una lengua por otra. Hay dos sistemas de aniquilar una lengua. Uno es ir reduciéndole el espacio. Otro, la dialectización, esto es, que a base de préstamos de la otra lengua, acaba siendo casi un dialecto de ésta, y la gente piensa que ya no vale la pena hablarla.
¿Conoce la obra de Agustí Bartra?
Me gusta mucho "Odisseu". A veces leo un libro que me emociona, y a partir de allí necesito escribir otra cosa. Esto me sucedió con "Odisseu", de Agustí Bartra.