Fue el 15 de abril de 1918. Lunes. Once de la noche. Las manecillas de los relojes debían adelantarse una hora. Por primera vez España establecía un horario de verano y eso provocó incertidumbre. En Terrassa incluso hubo un mitin para hablar del tema. La polémica estaba servida
Año 1918. La ciudad de Terrassa apenas llegaba a los treinta mil habitantes. El movimiento obrero local adquiría una singular importancia propiciado por el declive de la industria textil que había adquirido una gran pujanza al pairo de la Gran Guerra.
El cronista de la ciudad, Baltasar Ragón, en su libro “Coses de Terrassa viscudes” alude al adelanto horario de abril de 1918 y al conflicto suscitado en Terrassa, indicando textualmente que “als obrers terrassencs els va venir de nou i dos dies abans van donar un mitin al teatre Alegria per a demostrar la seva disconformitat amb l’acord que havia pres el govern i que ells creien que era una mesura més per a explotar a l’obrer”.
Efectivamente, el viernes día 12 de abril por la noche, se celebró ese mitin, convocado por la Federación Local de Sindicatos Obreros, pero en el que no sólo se trató el adelanto horario, sino que también se debatió sobre la solicitud de una amnistía para los presos por los conflictos obreros, y se habló de las subsistencias. En el periódico Crónica Social se agregaba que “en este mitin tomarán parte las señoras doña Lola Ferrer y doña María M. Aguilar, y los señores don Enrique Rueda, don Emilio Miró y varios obreros de la localidad”.
Enrique Rueda probablemente fuera el sindicalista del sector metalúrgico de la CNT, mientras que Lola Ferrer fue una destacada oradora que realizó giras propagandísticas buscando la implicación de la mujer en los movimientos obreros, junto a otras relevantes sindicalistas como Rosario Dulcet o la anarcosindicalista Balbina Pi.
Suspicacias
Entre la clase obrera había provocado suspicacias ese cambio horario que, por otra parte, venía realizándose en otros países desde hacía años. Pero los cambios no son fáciles de asimilar y en esa primera vez en que se adelantaban los relojes, las dudas no se disiparon fácilmente.
En los periódicos terrassenses como El Dia del 12 de abril y el Crónica Social del día 15, se daba cuenta de la circular remitida por el Ministerio de la Gobernación a los gobernadores en la que se indicaba que “la aplicación a la industria y el trabajo del nuevo horario oficial vigente desde el 16 de abril, no ha de dar lugar al menor aumento en la duración total de la jornada legal, ni a modificación alguna en el régimen de protección de los obreros sometidos por su edad o sexo a legislación especial”. En otro punto de la circular se decía que las autoridades y los inspectores de trabajo velarían por el correcto cumplimiento de “las leyes tutelares del obrero”.
Fuerte crisis
Pero quedaban incógnitas, sobre todo en Terrassa. Y porque aquí se atisbaba una fuerte crisis debido a la drástica disminución de pedidos de la industria textil terrassense por el final de la Primera Guerra Mundial, con todo lo que eso ya empezaba a comportar. De ahí que cualquier hecho que se producía provocaba controversia. No es de extrañar, por tanto, que incluso el tema se debatiera en ese mitin obrero en el teatre Alegria.
Los diarios locales de la época no son muy explícitos acerca de lo tratado en el mitin. En el caso de El Dia, habla en general diciendo que “els oradors expresaren en tons de gran violencia, amb els consabuts atacs a la policía, al règim, a la burgesia, i fins el nostre diari fou objecte de les ires d’algun orador”. Y el periódico, en un tono conciliador, acababa la crónica diciendo: “els obrers conscients deuen portar sa causa noble i justa
per camins serens i equilibrats, i així ses demandes s’obriran pas”.
“Excepción mundial”
El cronista Baltasar Ragón, en el libro “Coses de Terrassa viscudes”, cita una parte del artículo publicado en un periódico local -no dice cual-: “Les protestes que, entre l’element obrer, ha aixecat la implantació a la nostra ciutat de l’avenç de l’hora, són per demés injustificades. Hom no comprèn per quin motiu els obrers, que són els primers beneficiats amb aquesta reforma, es neguen a acatar-la. Per poca cultura que tinguin els obrers si s’escolten tant solament el sentit comú comprendran que no deu ser tan perjudicial aquesta reforma quan tots els Estats beligerants l’han implantada ja de molt temps i a pesar de que en aqueixos mateixos paisos el partit socialista, representant directe dels estaments obrers, és el que predomina, ningú n’ha protestat; molt al contrari. Aquí mateix veiem que a tot arreu ha estat ben rebuda aquesta millora i solament Terrassa constitueix una excepció en tot el món”.
A modo de editorial, el “diario católico de avisos y noticias” como así se definía el periódico egarense Crónica Social, en su edición del 16 de abril, defendía el cambio horario diciendo, entre otras cosas, que “el nuevo horario señalando sabiamente como medida previsora por el gobierno ha suscitado entre las clases trabajadoras sus prejuicios y recelos que debemos atribuir a la ignorancia en unos y tal vez a segundas intenciones en otros. La medida obedece, como ha dicho el gobierno, al deseo de economizar luz y carbón en gran escala y por consiguiente también a economizar transportes. Déjense de temores pueriles e inmotivados nuestros obreros; acepten el horario como altamente beneficioso a todos los intereses, comenzando por los suyos por ser desgraciadamente los más débiles y si en alguna fábrica o taller se presentan gérmenes de mal agüero, apélese al noble derecho de la más legítima defensa”.
Y es que había llegado ese día 15 de abril y a las once de la noche se efectuó el cambio horario, no sin algunos problemillas. Crónica Social decía que “debido a la modificación del horario se ha producido una confusión en las horas de trabajo. Algunas fábricas han seguido el nuevo horario y otras el antiguo, lo mismo que los obreros, pues muchos se han presentado a una y otra de las horas”. En la misma edición del periódico se hacía referencia a que en Sabadell se había efectuado el cambio de hora en el ámbito laboral “sin que haya ocurrido el más mínimo percance”.
Estricta aplicación
Aquí, en Terrassa, tampoco parece que al final hubiera demasiados problemas, pero el presidente accidental del Institut Industrial, Josep Jover, había firmado una circular que indicaba que “suscitadas algunas dificultades en ciertas fábricas para empezar el trabajo con arreglo a la hora oficial, se ha solicitado por los industriales el criterio del Instituto sobre el particular y la junta ha acordado notificarles a todos que este criterio no puede ser más que uno, o sea, la aplicación estricta de la hora oficial y de las normas usuales del trabajo”. Y añadía: “Con arreglo a este criterio se pondrán en movimiento los motores a las horas de costumbre, pero arregladas al horario oficial y a los que acudan al trabajo una hora más tarde se les advertirá como se hace siempre, que el cuarto de jornal hace ya una hora que está empezado y no se les dejará entrar, que en el cuarto de jornal siguiente que empezará a la hora oficial podrán entrar a trabajar. Para el trabajo de noche debe regir la misma norma, pero no habiendo cuartos de jornal, al que llegue tarde no se le admitirá en toda la noche.”
Más tarde
El cambio horario había llegado en Terrassa y en toda España. Lo hacía, como hemos indicado, más tarde que en otros países. Retrocedamos en el tiempo y situémonos hacia ahora 110 años. 1905. Inglaterra. Se dice que el constructor inglés William Willett (Farnham, Reino Unido, 10 de agosto de 1856 – Brighton, 4 de marzo de 1915) paseando con su caballo un día de verano por la mañana vio como muchas persianas de las casas seguían bajadas y pensó en crear el horario de verano. Eso no era nuevo. Adaptar la luz a las horas del día era común en el mundo antiguo y Benjamin Franklin (Boston, 17 de enero de 1706 – Filadelfia, 17 de abril de 1790), uno de los padres fundadores de Estados Unidos, ya había explicado que los parisinos ahorraban en velas levantándose más temprano y que había que tomar ejemplo.
Pero volvamos a Willett. Tenaz, elaboró una publicación llamada “El derroche de luz solar”. En él se proponía que los relojes debían ser adelantados 80 minutos en verano. Esto haría que las tardes tuvieran luz durante más tiempo y permitiría ahorrar 2,5 millones de libras en gastos de iluminación. Willett sugirió que los relojes fueran adelantados 20 minutos a las 2 de la madrugada de los domingos sucesivos de abril, y que fueran atrasados en la misma cantidad los domingos de septiembre. Su idea no acababa de prosperar. Pero llegó la Primera Guerra Mundial y países como Alemania vieron la necesidad de ahorrar carbón y el cambio horario le podía favorecer. Y fue el 17 de mayo de 1916 cuando Gran Bretaña aprobó finalmente la propuesta de Willett.
Su solución empezó a aplicarse también en otros países y la regulación internacional llegó el 15 de abril de 1918 cuando se aprobó la aplicación del horario de verano o Daylight Saving Time (DST). Esa regulación llegó también ese día a España como hemos indicado. Presidía la nación Antonio Maura.