Las elecciones del domingo ponen sobre el tapete político dos únicas alternativas al gobierno de la ciudad y todas pasan por un complejo proceso de negociación que pondrá a prueba la capacidad de la nueva clase política para sellar acuerdos. El resultado, además, convierte a Convergència i Unió en partido bisagra, justo cuando las urnas le acaban de asestar el mayor varapalo de la historia, pasando de 9 a 3 concejales.
Los partidos de la izquierda se disponen a jugar todas las cartas para sumar una alternativa de 14 concejales que permita desalojar de la alcaldía al socialista a Jordi Ballart y poner fin a 36 años de gobierno del PSC en la ciudad. Por primera vez en democracia los números salen, aunque será necesaria la suma de cuatro formaciones políticas: Terrassa en Comú (6), ERC-MES (4), CUP (1) y CiU (3).
“El cambio es factible y ahora toca construir”, comentaba ayer el candidato de TeC, Xavier Matilla. Terrassa en Comú ha irrumpido en el pleno como segunda fuerza y “desde esa posición tenemos la responsabilidad de impulsar un cambio serio y riguroso en la ciudad”.
La plataforma de izquierdas reunió ayer a su comisión de confluencia para valorar los resultados y empezar a explorar estrategias. En este primer escenario de negociación, el partido hablará con ERC y la CUP. También con CiU, explica Matilla, que ve “muy complicado” un acuerdo alternativo con los 3 concejales de Ciutadans en el caso de que CiU finalmente se desmarque.
ERC también mantiene su “voluntad de intentar ser la clave del cambio”. El candidato Isaac Albert asegura que su formación hablará con todos los partidos y se muestra dispuesto a allanar el camino de un acuerdo con CiU. “La alternativa puede parecer difícil, pero al PSC también le resultaría muy complejo gobernar en minoría”.
La noche electoral los líderes políticos cruzaron llamadas de cortesía y en algún caso apuntaron ya los primeros contactos. Los partidos tienen tres semanas para sellar un pacto ya que el próximo 13 de julio se constituye el Consistorio.
En ese contexto, Convergència i Unió se enfrenta a la decisión más difícil de su trayectoria municipal y lo hace en el peor momento político, en plena debacle electoral y a las puertas de unas elecciones autonómicas. Además, el partido lleva décadas luchando por arrebatarle la alcaldía al PSC y, justo ahora que las urnas lo apartan del objetivo, la aritmética electoral lo sitúan ante la tesitura de abrirle la puerta a la alcaldía a otro partido.
“No hemos tomado una decisión -adelantaba ayer Miquel Sàmper, independiente al frente de la lista de CiU-. Queremos valorar qué necesita la ciudad y en base a ello decidiremos cómo nos postularemos por el cambio”.
El candidato Ballart no hará declaraciones hasta hoy, pero todas las fuentes consultadas dan por sentado que el líder socialista intentará seducir a Sàmper con una propuesta de sociovergencia. Los socialistas no tienen margen para la negociación ya que la izquierda propugna un cambio de gobierno y C,s y PP no suman.
Un acuerdo con CiU tampoco garantiza mayoría absoluta en el pleno (13 concejales en un consistorio de 27), de manera que la alianza no asegura la elección de Ballart como alcalde en primera vuelta, en la que necesita la mitad de los concejales más uno. El acuerdo, sin embargo, desactiva la candidatura a cuatro de la izquierda alternativa y soberanista, allanando el camino de Ballart a la alcaldía. Sin rivales en la investidura, el pleno proclamaría de a Jordi Ballart alcalde al ser el candidato de la lista más votada.
Ballart ha reiterado en campaña que si no logra convencer a ningún socio de gobierno estaba dispuesto a afrontar el mandato en minoría, con pactos puntuales. La alternativa de gobierno que impulsan los partidos de izquierda tampoco garantiza un ejecutivo con mayoría en el pleno ya que algunas de las formaciones podrían apoyar la investidura del alcalde pero permanecer en la oposición.