El Tribunal Supremo ha confirmado la pena de 22 años de cárcel (19 por asesinato y tres por robo con violencia) impuesta a un individuo de origen rumano que simuló ser gay para ganarse la confianza de su víctima, un vecino de Rubí homosexual, al que acabó asesinando en su propio piso. El crimen lo cometió junto a otro individuo, también de origen rumano, que cumple condena desde 2008.
La resolución del Tribunal Supremo, la tercera que emite la Justicia por estos hechos tras las de la Audiencia de Barcelona y el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC), desestima el recurso presendos por la defensa y confirma la última condena, la del TSJC, que ya rebajó de 25 a 22 los años que el reo deberá pasar en prisión, al eximirlo de la agravante de enseñamiento.
En el recurso de casación, la defensa esgrimía la vulneración del derecho a una tutela judicial efectiva del acusado (respecto al delito de asesinato) y de la presunción de inocencia (en relación al robo con violencia). También se invocaba como tercer motivo una infracción en la imposición de las penas por ambos delitos.
Todos los motivos contemplados en el recurso fueron desestimados por el Tribunal Supremo, que entiende que “concurren una pluralidad de indicios incriminatorios que le llevan a considerar acreditada la comisión de los hechos enjuiciados por parte del acusado”.
Los hechos se remontan al 5 de julio de 2006, cuando los dos acusados acudieron a un bar de ambiente gay de Barcelona, entablaron amistad con la víctima y ésta les ofreció una habitación para dormir en su domicilio de Rubí.
Una vez allí, lo asesinaron -causándole para ello un gran sufrimiento ya que murió por asfixia- y le robaron un reloj y un anillo. El cadáver de la víctima, un hombre de 54 años que vivía solo, fue hallado a los nueve días de producirse el violento asesinato.
Los dos rumanos acudieron al bar gay con un plan preestablecido: conocer a algún hombre homosexual y convencerlo de que les llevase a su casa bajo cualquier pretexto para, una vez allí, robarle.
Tras averiguar durante la conversación con el fallecido en el bar que vivía solo, los acusados le comentaron que necesitaban un lugar para dormir y éste les propuso alquilarles una habitación de su piso.
Una vez en la vivienda, sus asesinos lo ataron de manos y pies -con cable telefónico y ropa -y lo tumbaron en posición fetal en la cama de su dormitorio. Luego lo amordazaron con una tela de gran tamaño. El rubinense murió asfixiado después de padecer un gran sufrimiento. Sus verdugos, tras maniatarlo, registraron la casa y se llevaron un reloj y un anillo.
La sentencia deja probado que los acusados actuaron “de formasorpresiva y atándole de manera que lo dejaron sin posibilidad de pedir auxilio, deshacerse de sus ataduras o defenderse”. La víctima, dice el fallo judicial, murió de “asfixia mecánica producida por la obstrucción de las vías respiratorias, como consecuencia de la combinación de la mordaza introducida en su boca y la forzada postura en la que fue dejado atado”.