Un cuarto de siglo después de que el fuego arrasara la Catalunya Central, en la ola de incendios más virulenta que se recuerda, en el barrio de Egara un grupo de amigos se estremece hoy al recordar aquel infierno. Tres miembros de su “colla” de jóvenes veinteañeros, Ramon Bonet, Marta Rosa y Manolo Gordillo, perdieron la vida cuando huían de las llamas para refugiarse en las Coves de Salnitre de Collbató. Habían programado una barbacoa en el merendero, de donde se vieron obligados a huir acosados por el fuego. 25 años más tarde, los supervivientes de la tragedia reconstruyen aquella experiencia aterradora.
No le dimos más importancia
“Éramos diecisiete -recuerda Martín Chela, uno de los excursionistas-. Todos subimos en coche, menos Ramon, su hermano David y Montse Blánquez, que decidieron llegar en bici”.
A mediodía de aquel 4 de julio el grueso de la colla, monitores del splai de Egara y amigos, mayoritariamente del barrio, se disponían a preparar la brasa para la barbacoa, agobiados “por un calor seco y sofocante, como el de este verano”, recuerdan. Los jóvenes habían visto una columna de humo y avisaron al responsable del merendero, “pero no le dimos más importancia porque estaba lejos”, explica Marco Sánchez, el más joven del grupo.
Al poco rato llegaron los ciclistas, “que no habían visto nada”, y algo más tarde Pep Castro, el único que trabajaba aquel día festivo en Terrassa. Era el lunes de Festa Major. “El nos dio la primera alarma -relatan-. De camino había visto llamas a banda y banda de la carretera. El fuego avanzaba hacia el merendero, así que había que salir de allí”.
Después de un momento de duda, el grupo decidió “pagar, plegar los toldos, cargar las bicis y salir sin prisa, pero sin pausa”. Cogieron los coches y tomaron la carretera en dirección contraria a las llamas.
“Durante la ruta -explican-, la sensación era que el fuego estaba ya cerca y nos perseguía. Las piñas golpeaban contra los vehículos”. Después de un tramo de curvas, Sergio Carrillo recuerda el sobresalto del grupo al ver que “la carretera se acababa en una rotonda. No podíamos volver atrás, así que tocaba bajar del coche, elegir un camino y echar a correr”.
A partir de este momento los relatos de cruzan. En aquella huida a la desesperada, cada miembro del grupo vivió la experiencia de manera personal y “por mucho que hemos recordado juntos, las versiones no siempre coinciden”.
A pesar de todo, el grupo ha logrado componer un relato básico de los hechos que todos recuerdan. Según el mismo, la “colla” tomó la ruta hacia las cuevas de Salnitre, “corriendo desesperadamente porque el fuego se acercaba. Recuerdo adelantar a compañeros y ver como alguno tropezaba”, explica Susana López, otra de las integrantes.
Los que tomaron la delantera comprobaron que las cuevas estaban cerradas. Entonces decidieron seguir, alcanzando un tramo de bosque en el que observaron “una especie de grieta en la montaña
Resultó ser el espacio de los depósitos de agua de los WC de las cuevas. “Estaba a unos dos metros de altura, pero era el único refugio posible”. En aquel momento “soplaba el viento, la temperatura era muy alta y el fuego amenazaba por todos lados, así que había que trepar como fuera”. Catorce de los diecisiete jóvenes salvaron la vida gateando hasta el orificio.
El gesto solidario de Ramon
Irene Sarlé recuerda cómo su marido, Ramon Bonet, “me esperaba todo el tiempo porque en la subida, con el cansancio y el humo, tenía la sensación de que me ahogaba”. La pareja iba acompañada de su perrito Gringo.
Cuando Ramón e Irene alcanzaban la grieta, Marta dio un traspiés a pocos metros y cayó al suelo. Atrás, Manolo yacía ya inconsciente en el suelo.
“Hice el gesto de volver atrás para ayudar a Marta -explica Irene-, pero Ramón no me lo permitió. Me dijo: ‘sube tú, que ya voy yo a ayudarla'”.
Fueron sus últimas palabras. Instantes después de esa decisión, una ráfaga de aire incandescende recorrió el tramo arrasando con todo. Irene no había tenido tiempo de entrar en la repisa de los depósitos y tampoco Jordi Ferrera. Ambos sufrieron graves quemaduras. Manolo, Ramon y Marta fallecieron, el primero como consecuencia de un desprendimiento de rocas y Ramon y Marta víctimas de un shock térmico. Ambos perdieron la vida a apenas unos metros del refugio.
Aquel 4 de julio de 1994 las montañas que rodean Collbató quedaron completamente calcinadas, pero las llamas no alcanzaron la repisa donde se refugiaron los jóvenes egarenses. 25 años después los supervivientes recuerdan que pasaron “dos horas horribles en aquel espacio minúsculo. Algunos pensamos que moriríamos quemados o asfixiados. El ruido del fuego en el exterior era aterrador. Con el paso del tiempo el incendio remitió y empezamos a preguntarnos qué habría ocurrido fuera”.
El primero en dar señales fue Gringo, que apareció solo. “Llegó con las patitas y los genitales completamente quemados -relata Irene-. Enseguida pensé que algo había pasado. Gringo jamás hubiera abandonado a Ramon… pero mi marido era un hombre de recursos, que sabía desenvolverse”.
Minutos más tarde, el primero en salir del refugio fue Alberto Gil. “Bajé hacia las cuevas y vi los cuerpos de Ramon y Marta en el camino. Fue durísimo. Regresé llorando. No hizo falta que nadie me preguntara nada”.
Rotos por el dolor, en shock por la tensión, los jóvenes tuvieron que reponerse rápidamente para pedir ayuda. Irene y Jordi tenían quemaduras graves y necesitaban atención médica urgente. Ambos pasarían tiempo en la unidad de quemados antes de recuperarse.
El valor de la amistad
Los depósitos de agua de las cuevas les permitieron “empapar las camisetas y mojarnos por completo antes de abandonar la zona”. Más tarde, ya de bajada al pueblo, “un sanitario voluntario nos dio leche” y un guardia civil pronunció una frase que cayó como una losa sobre el grupo: “Hay que traer mantas para cubrir los tres muertos”. “En ese momento me desmayé”, explica Irene.
Hoy en Egara todos recuerdan a Manuel, a Marta, miembro de la comisión de fiestas del barrio y a Ramón, gran aficionado a la montaña, monitor del esplai y miembro de la AVV. Un cuarto de siglo después el grupo sigue unido. No han dejado de verse ni de programar salidas, colaborar con el barrio y de reflexionar sobre lo ocurrido.
” A raíz de aquello el vínculo es mucho más fuerte”, explica Martín Chela. “Le hemos dado muchas vueltas. Que si tomamos las decisiones correcta, que si tuvimos que arriesgarnos y regresar al pueblo atravesando el fuego… La verdad es que nunca lo sabremos. Lo único cierto es que la amistad nos salvó la vida. Otros hubieran peleado por ser los primeros en subir al refugio. Nosotros guardamos cola y nos ayudamos los unos a los otros, a pesar de que el fuego nos pisaba los talones”.
Dos largas décadas después del dramático incendio de 1994 en Collbató, “sólo pedimos que no se olvide -apunta Irene Sarlé-, que cuando se recuerden los grandes incendios de Catalunya no se ignore, como ahora ocurre, el de Collbató y tampoco a las tres víctimas. Porque si no se habla, es como si no hubiera pasadow
El homenaje
Esta tarde, a las siete, el Ayuntamiento de Terrassa y la AVV de Egara organizan un acto en memoria de las víctimas del incendio de Collbató. Será en la plaza de la Inmaculada, en el barrio de Egara