En un Mercedes blanco llegó a la feria del ganado. Y con el Mercedes blanco llegó el júbilo, que los sonidos de "Volando voy" remacharon en un final de concierto, el de Kiko Veneno, memorable y que retrotrajo a cientos de espectadores a sus días de juventud al ritmo de este sevillano nacido en Figueres, príncipe de nariz aguileña del otro lado de la Movida, muñidor de una suerte de pop-rock aflamencado con sello propio.
El recital de Kiko Veneno, arropado por ocho músicos, en el Parc de Vallparadís empezó con poco público, pero el auditorio se fue llenando al mismo tiempo de gente y de entusiasmo a medida que avanzaba la noche. El clima dio un respiro y la brisa corría también por el parque a los compases del Mercedes blanco y de un superhéroe de barrio como Kiko Veneno. Volando va, volando viene, y en el camino, él se entretiene.
Qué mejor comienzo que viajar a los melancólicos aullidos de "Lobo López", aquel tema, entre la ternura del desconsuelo y el humor piadoso, del histórico disco "Échate un cantecito", de 1992. Lobo López era un lobo bueno, maltratado por los corderos de la vida y el desamor. Y va y se encuentra a su amada, y hablan del tiempo y de cómo brilla el sol hoy, y se despiden y el lobo se va "tragando saliva, por no hablar a tiempo, estaba sufriendo, su amor se le iba".
Y pensar que ahí fuera, "hay todo un plantel de chicas hermosas, flores temblorosas por dejarse comer". Tenía que decirle que la echaba de menos, que lo había dejado todo, que por no hacerle daño era "un lobo bueno", cantó José María López Sanfeliu, que así se llama Kiko Veneno, un lobo. López.
Peret
El cantautor cantó por Los Delinqüentes y en el primer tercio de su concierto de madrugada elevó el listón con dos de sus canciones más aclamadas, hitos de la música popular española de las últimas décadas: "Memphis Blues" y "Superhéroes de barrio". Crecía el público y crecía la noche de brisa de los noventa, mientras Kiko cantaba "se muere uno muchas veces, yo siempre muero por ti", y homenajeaba a Peret y la rumba con alusiones a todas las ramblas del país, incluso a las ramblas que no existen en los mapas pero sí en las rumbas.
Con "En un Mercedes blanco" estalló la memoria de noches bailadas con cachitos de hierro y cromo. Todos sabían que era la joya del recital, y el grupo de Kiko Veneno la alargó en sinfonía de delicia. Llegó "Sombrero roto" y, para acabar, la vida abrazada a una austera metáfora: la candela, si tienes frío. Con "Volando voy", el adiós fue menos oscuro que los adioses normales. Señoras y señores, sepan ustedes, que la flor de la noche "es pa’ quien la merece". Y si es un lobo bueno en busca de cariño, mejor.