Pólvora suspendida en el aire, ráfagas de chispas, estrépito ambulante. Los actos de fuego son uno de los reclamos de la Festa Major año tras año, y este no ha sido excepción. Cientos de personas siguieron el viernes por la noche el Raval Infernal, sucursal local del fuego en la calle. Muchos de ellos repitieron experiencia, in itinere, el sábado por la noche en el Correfoc.
Danzando en sentido contrario al de las agujas del reloj, protegidos (algunos, la mayoría) con gorros y pañuelos, los participantes en el Raval Infernal se sometieron al habitual torrente de fulgor y la quema de pirotecnia emitida a mansalva por diablos y bestias. Más fuego, más fuego, claman los más ávidos de la adrenalina de esa lluvia caliente aderezada con el estruendo de los tambores.
La angostura
Eso fue el viernes en el Raval de Montserrat, frente al Ayuntamiento. El sábado llegó el turno del Correfoc, el recorrido de los grupos de fuego de Terrassa. Empezó en la plaza del Comte Guifré, en el Vapor Gran, y se hizo largo entre las collas en algunos tramos. La ruta de fogaradas prosiguió por el Portal Nou para adentrarse en el centro histórico por la calle de Baix. La angostura limita el acceso de participantes más allá de los integrantes de los grupos, pero los que acceden se lo pasan en grande.
En la confluencia con la calle del Forn, los grupos se detenían unos momentos para el alarde de carretillas y bocas con keroseno, y saltos con las forcas en la mano. Y a unos metros, en la calle Major, se concentraban decenas de personas. Luego, en la parada junto a la plaza de Salvador Espriu, el recorrido giró hacia la Rambla d’Ègara por la calle de Iscle Soler. Un valiente efímero hizo ademán de entrar en plena vorágine de fulgores, pero pronto se echó atrás ante el primer petardazo próximo.
Lunas de comercios protegidas con cartones. El ruido de petardos se mezcla con los compases, a lo lejos, del concierto de La Mala Rodríguez, cuando la lenta comitiva llega a la calle de Gutenberg. Desde allí se enfiló el camino a la plaza del Progrés, el destino del Correfoc. Allí, con apoteosis de ascuas en vuelo y centenares de espectadores, acabó el itinerario, un recorrido que duró una hora y quince minutos.