En un Mercedes blanco llegó a la feria del ganado. Y con el Mercedes blanco llegó el júbilo, que los sonidos de “Volando voy” remacharon en un final de concierto, el de Kiko Veneno, memorable y que retrotrajo a cientos de espectadores a sus días de juventud al ritmo de este sevillano nacido en Figueres, príncipe de nariz aguileña del otro lado de la Movida, muñidor de una suerte de pop-rock aflamencado con sello propio. El recital de Kiko Veneno, arropado por ocho músicos, en el Parc de Vallparadís empezó con poco público, pero el auditorio se fue llenando al mismo tiempo de gente y de entusiasmo a medida que avanzaba la noche. El clima dio un respiro y la brisa corría también por el parque a los compases del Mercedes blanco y de un superhéroe de barrio como Kiko Veneno. Volando va, volando viene, y en el camino, él se entretiene.