Sucumbió. Jaume Badiella, sospechoso de matar a Mònica Borràs y sepultar su cadáver en el suelo de su propia vivienda, en la calle de Volta, confesó el crimen pocas horas antes del levantamiento del cuerpo. Lo confirmaron ayer fuentes próximas al caso. Las diligencias en la casa, donde víctima y presunto verdugo habían convivido, empezaron el miércoles por la mañana y continuaron ayer. Acabaron a primera hora de la tarde con la retirada de los restos mortales, que llevaban en el subsuelo de la vivienda más de diez meses.
Mónica, de 49 años, vivía en la casa de la calle de Volta, casi en la esquina con la de Galileu, alquilada por Jaume, su amigo, su pareja, con quien mantenía una relación atravesada por tiranteces. Ella era pensionista y adolecía de un trastorno. Se medicaba. Los Mossos d’Esquadra tratan de recomponer la secuencia de lo acontecido en agosto pasado, cuando el rastro de Mònica se perdió. El mismo Jaume presentó la denuncia de desaparición: no sabía nada de su compañera desde las once de la noche del 7 de agosto, según su versión. A esa hora ella salió del domicilio, de la casa de la calle de Volta. Vestía de rosa y calzaba sandalias.
El denunciante, ahora detenido, contó a Diari de Terrassa aquella semana de verano que su amiga había protagonizado huidas pasajeras. "Otras veces se había marchado de casa, en un arrebato, pero volvía al cabo de unas horas", contó. Esta vez no volvió.
Los Mossos d’Esquadra investigaron la desaparición y difundieron un mensaje en Twitter: "Mònica tiene 49 años y desapareció el 7 de agosto en Terrassa. Ayúdanos a encontrarla". La información se ampliaba con una foto y datos físicos de la víctima: entre 1,65 y 1,70 de estatura, entre 85 y 90 kilogramos de peso. Ojos de color marrón, cabello castaño. Su coche seguía estacionado donde lo dejó. Su cuenta corriente no experimentaba cambios. Mònica se fue sin llaves, sin móvil, sin cartera, sin medicación, sin tarjetas.
Los investigadores hablaron varias veces con Jaume a partir del 7 de agosto. Familiares de Mònica sospecharon del novio desde el principio, convencidos de que la víctima no había escapado por voluntad propia y de que él tenía que ver, y mucho, en la desaparición. Pero el sospechoso no dejaba resquicios en su versión, que semejaba inquebrantable.
Es un tipo inteligente, formado, con amplios conocimientos informáticos. No parecía hundido y continuó con su vida como si él nada tuviera que ver con la desaparición. Decía estar preocupado por la suerte de Mònica, pero poco a poco se repuso, o lo simuló. Estaba tranquilo "desde el minuto uno de la desaparición, del crimen", contó un allegado del detenido el miércoles, junto al cordón policial.
Las indagaciones pasaron del Àrea Bàsica Policial (ABP) de Terrassa a un grupo de la Divisió d’Investigació Criminal (DIC) de la región, que vigiló los pasos de Jaume con discreción y acumuló indicios.
Las pruebas
Hace unos meses se encontró el cuerpo sin vida de una mujer en un paraje de Vic y se especuló con la posibilidad de que se tratase del cuerpo de Mònica. Había pasado algo similar poco antes en otras zonas. No era Mònica. No podía ser ella. Ella, supuestamente, estaba enterrada en el subsuelo de la casa que compartía con su novio. Los mossos no lo sabían a ciencia cierta, pero se aproximaban al hallazgo de pruebas concluyentes.
Las intensas pesquisas de la unidad central de desaparecidos incluyeron vigilancias, pero también análisis técnicos sobre el edificio que, al cabo, los investigadores debían examinar a fondo, con orden judicial, con auxilio de georradar y termografía. Porque estaban seguros, ahora sí, de que Jaume había matado a Mònica y enterrado su cuerpo en la finca.
El juzgado de violencia doméstica de Terrassa autorizó la entrada y registro de la vivienda. Los mossos detuvieron allí a Jaume Badiella a las ocho de la mañana del miércoles, anteayer. A las diez comenzaron el prolijo registro, la inspección ocular palmo a palmo, con el detenido presente, con Jaume sentado, sosegado, mientras decenas de policías entraban y salían, miraban el suelo, lo palpaban, cavaban con pico y pala en el jardín. Expertos en georradar y termografía de Falcon High Tech, una empresa especializada en geofísica que había ayudado a encontrar nueve víctimas de crímenes, trabajó en la búsqueda con los mossos. Cualquier alteración reciente en la estructura geológica de la casa sería detectada. Así fue. Mònica fue, se presume, la decena víctima hallada con la colaboración de Falcon High Tech.
A las seis de la tarde se halló el cadáver inhumado. Fuentes próximas a las pesquisas apuntaron que el cuerpo estaba en el subsuelo de una especie de taller. La finca está distribuida en tres partes principales: la casa, un patio-jardín y un cobertizo posterior. La inspección devino ardua: abarcó unos doscientos metros cuadrados. A las 7.50 de la tarde del miércoles unos agentes se llevaron al detenido, de 54 años. El operativo de rastreo había finalizado, pero una dotación de mossos permaneció junto a la puerta de la vivienda durante toda la noche del miércoles al jueves. La calle de Volta siguió cortada al tráfico entre la de Galileu y la de Arquimedes. Jaume durmió en los calabozos. Ayer, los mossos volvieron a llevarlo a la vivienda. Vestía como el miércoles, camisa a rayas azul claro, pantalones beige. A media mañana trascendió que había reconocido la autoría del crimen.
A disposición judicial
A las tres de la tarde de ayer empleados de servicios funerarios retiraron los restos mortales, envueltos en una lona azul, para trasladarlos a un instituto anatómico forense, en la Ciutat de la Justícia. Salieron más mossos de paisano, con bolsas con vestigios, con maletines, y salió la secretaria judicial. A las 3.50 se desmanteló el operativo. Se cerró la puerta de la casa, se marcharon los mossos, se abrió la calle de Volta al tráfico.
La clave
Al cuerpo se le realizarán pruebas de ADN para confirmar de modo oficial si corresponde a la víctima; el detenido pasará en las próximas horas a disposición de la autoridad judicial