Terrassa

Los Mossos encuentran el cadáver de una desaparecida

Mònica Borràs, de 49 años, desapareció el 7 de agosto del año pasado. Ayer se encontró un cadáver, enterrado, en la casa donde vivía. Se presume que son los restos de Mònica. Residía en la calle de Volta, casi en la esquina con la de Galileu, con un amigo. Ayer, este amigo fue detenido y la casa, registrada durante horas por los Mossos d’Esquadra y especialistas en rastreo por georradar y termografía. Los investigadores estaban convencidos de que había sido enterrada en el domicilio. Estaban en lo cierto. El cuerpo apareció en el subsuelo de una suerte de taller.

La policía cortó a la circulación de vehículos la calle de Volta desde la esquina con la de Galileu, donde se situó el perímetro policial, hasta la de Arquimedes. Enfrente, curiosos y cámaras de televisión. Los mossos, de uniforme unos, de paisano otros, entraban y salían de la casa, de planta baja y una planta superior, radicada en el número 80 de la calle de Volta. Salían y cerraban la puerta verde. La exploración de la vivienda empezó a las diez de la mañana, cuando los mossos trasladaron al sospechoso, J. B., español, al parecer pareja de la desaparecida. El hombre había sido detenido un par de horas antes.

Agentes de la Divisió d’Investigació Criminal (DIC) y de la policía científica escudriñaron el domicilio donde había residido Mònica y de donde salió, según se difundió el verano pasado, a eso de las once de la noche del 7 de agosto del 2018, para no volver. Se la tragó la tierra.

En aquellos días de agosto corrieron por las redes sociales fotos de la mujer y algunos datos de su descripción física: medía 1,70, era de complexión gruesa, pesaba entre 85 y 90 kilos, percibía una pensión y aquel 7 de agosto, cuando supuestamente cerró la puerta de casa y se marchó, iba ataviada con un vestido de color rosa. Mònica, ojos marrones, cabello castaño. Tomaba medicación y se fue de casa sin los fármacos. Porque en realidad no se fue, a tenor de las investigaciones.

Aquello no pintaba bien. Las pesquisas, emprendidas al principio por agentes de los Mossos d’Esquadra en Terrassa, pasaron poco después a manos de un grupo especializado de la DIC. Los investigadores porfiaron en unas indagaciones discretas y los barruntos sobre el origen criminal de la desaparición se afianzaban. Vigilaron al sospechoso y recopilaron indicios.

J. B. seguía con su vida con normalidad aparente. Hace unos días se le vio cenar con unos amigos. Los mossos estrechaban el cerco sobre él y ayer intervinieron, autorización judicial mediante.

El detenido no tuvo reparos en que los fotógrafos y las cámaras de televisión captasen su imagen entrando y saliendo de la casa custodiado por los mossos, esposado. Cabello ligeramente largo, con tonsura, camisa clara a rayas, pantalón beige. La primera fase de la inspección duró unas cinco horas. J. B. permaneció sentado dentro de la vivienda. Semejaba tranquilo.

La inspección ocular técnico-policial se aplazó a las tres de la tarde, cuando los agentes se llevaron al detenido a la comisaría. Varios mossos continuaron en el inmueble, pero el operativo quedó en suspenso para la pausa del mediodía. Allí seguía estacionado un automóvil de Falcon Hich Tech, una empresa tecnológica que ayudó a los mossos en la búsqueda.

Radiografía del suelo
A las 4.10 de la tarde volvieron agentes de paisano, pertrechados con maletines. A las 4.20, la comitiva judicial. A las 4.28, el coche patrulla con el detenido. La unidad central de desaparecidos escaneaba el patio con la colaboración de la empresa, especializada en detección de evidencias con georradar y termografía. Usan métodos científicos para localizar elementos exógenos, extraños, enterrados. La policía los llama cuando los datos son concretos, cuando están casi seguros de que un cuerpo ha sido sepultado. Con el georradar se radiografía el suelo. Cualquier alteración, como una sepultura, cambia la estructura geológica. Los aparatos de esos métodos geofísicos buscan huesos, pero también ropa, y detectan aire en el subsuelo. “Somos una herramienta para ahorrar tiempo”, comentó Luis Avial, director técnico de Falcon Hich Tech.

La casa estaba dividida en varias habitaciones y diversas estructuras. Buscar algo allí no fue tarea fácil. El sistema quirúrgico de rastreo funcionó. A las seis se encontró el cuerpo. A las siete se marchó el juez.

La finca tiene un edificio, el primero, la vivienda, y luego un patio-jardín. Al final, un cobertizo. Se vio a los mossos salir de la casa con bolsas que contenían pruebas. A las 7.35 varios agentes de paisano abandonaron la zona con maletines y más bolsas. “Se le veía normal, desde el minuto uno”, comentaba un conocido del sospechoso.

A las 7.50 de la tarde, los mossos sacaron al detenido. Algunas personas le lanzaron increpaciones. La calle de Volta seguirá cortada hoy. Anoche, los policías que continuaban en el sector aguardaban la llegada de un furgón mortuorio para el traslado del cuerpo. De un cadáver que seguramente llevaba más de diez meses sepultado.

La clave

Expertos en georradar y termografía de una empresa ayudaron a los Mossos d’Esquadra a encontrar el cuerpo en el subsuelo de una especie de taller, en la casa de la calle de Volta donde vivía la pareja

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