¿Cómo llegó al cargo de directora del Institut Investigador Blanxart?
A los dos años de llegar al instituto, en 2011, cambió la dirección y me pidieron formar parte del nuevo equipo. La dirección volvió a cambiar pero yo continué formando parte del equipo. Demasiados cambios en tan poco tiempo y cuatro años formando parte del equipo directivo, con básicamente los mismos compañeros, me llevaron a presentar un proyecto de dirección por un periodo de cuatro años. Nuestra voluntad era fundamentalmente dotar al centro de la estabilidad necesaria para continuar con la línea de mejora que habíamos iniciado cuatro años antes.
¿Qué balance hace de su experiencia como gestora?
El balance es muy positivo. Las mejoras que se han conseguido en estos ocho años (yo llegué al centro en 2009) son evidentes. Me siento muy orgullosa de haber participado en el giro que ha dado el instituto, especialmente en lo que se refiere a la proyección externa.
¿Lamenta haber dejado en segundo plano el dar clase a los alumnos?
Ambas cosas me satisfacen enormemente. No me imagino a qué otra cosa podría dedicarme que no fuera la docencia. Tal vez el desempeño de las funciones que se derivan de la gestión tiene la ventaja de que ves el resultado, ves los cambios, con cierta inmediatez y eso te motiva y te lleva a implementar medidas para mejorar continuamente. En el trabajo con los alumnos la incidencia de nuestra intervención como docentes ni es tan inmediata ni tan visible, al perderles la pista cuando se gradúan y dejan el instituto.
En primaria y también en secundaria, la profesión de maestra tiene un rostro femenino. ¿Cómo lo valora?
No sorprende nada. Es el resultado de la división sexual del trabajo desde tiempos remotos en la historia de la humanidad. En la enseñanza infantil, primaria o secundaria, donde los niños y los jóvenes necesitan todavía ciertos cuidados y protección y es el rol adjudicado socialmente a la mujer. En el ámbito de la universidad el rostro es claramente masculino. Lo cual es un ejemplo más de que todavía queda mucho por hacer en tema de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
¿Piensa que hay una forma de dirigir diferente en función del sexo?
Está claro que el carácter y las cualidades de la persona son determinantes.. Sin embargo, yo me atrevería a decir que sí, que los hombres y las mujeres utilizan estilos diferentes de liderazgo. Escuchar, motivar, proporcionar apoyo… parece que hombres y mujeres no lo hacen de la misma forma, y todas esas diferencias yo creo que se notan a la hora de negociar, organizar o tomar decisiones.
Los centros atraviesan una situación compleja. Mucha demanda en secundaria, más diversidad de alumnado, más matrícula viva, menos recursos… ¿Cómo afronta el día a día?
El día a día en un centro que supera los setecientos alumnos y los setenta profesores, catalogado de máxima complejidad, con cinco líneas de ESO, con ciclos formativos, con bachillerato nocturno, con un Aula Integral de Soporte asociada, con un marco horario de 8 a 21.30h y sólo cinco personas en el equipo directivo, es agotador, muy, muy duro. El número de alumnos con necesidades educativas especiales es realmente elevado. Hay alumnos que viven situaciones familiares difíciles. A veces llego a casa desolada, porque a pesar de hacer todo lo que está en mis manos, y más, te sientes impotente porque ves que esa situación no la puedes cambiar.
¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo y lo qué menos?
La satisfacción del trabajo bien hecho, de conseguir lo que te propones, es una sensación gratificante, pero a cambio hay que dedicar muchas horas. Lo que peor llevo es no disponer de tiempo para mí, se me hace imposible desconectar. Cada vez se nos exige más, se nos asignan más responsabilidades, y los recursos son los mismos.