Terrassa

El regreso de Ballart o la tormenta perfecta

Llegó una tormenta formidable y sorprendió incluso a muchas de las nubes que la formaban. A muchos de los que quedaron empapados les parecía sólo un chubasco. Cierto es que los cielos presagiaban clima distinto, pero casi nadie preveía la envergadura de lo que cayó. Lo que cayó se llevó por delante el tiempo detenido. "Terrassa era casi siempre un calco del Parlament", reflexionaba un candidato de otro partido que no era el de Jordi Ballart, que así se llamaba la tormenta. Lo era.

El choque de aires emitía ruidos allá a lo lejos, meses atrás, pues la tormenta se fraguaba con parsimonia, lenta pero segura. Se oían remotos truenos, muy remotos. "Nadie daba un duro por nosotros", concluyó el candidato Ballart en su discurso del domingo por la noche, cuando la tormenta que llevaba su nombre ya había sacudido la ciudad dejando tras su paso un portento de estupefacción.

Los seguidores de la joven formación, Tot per Terrassa, presentada en público hace poco más de cinco meses, eran dicha pura y disfrutaban del regocijo del agua descargada mientras a pocos metros, en la misma calle de la Rasa donde ellos se abrazaban alborozados, la sorpresa no era de contento sino que traía, en el mejor de los casos, melancolía profunda y caras largas. Lo que ha caído, pensaban, nadie del tiempo nos avisó, ya se sabe que esto de la meteorología electoral no es una ciencia exacta.

"A ver si el domingo gana Jordi y esto cambia", comentaba días atrás un ciudadano al examinar socavones en la calzada. Ballart estaba en boca de muchos, subidos a la ola ilusionada de una opción nueva y circunscrita a Terrassa solamente. Only Terrassa. Esa era una de las claves de la candidatura del exalcalde exsocialista, que dejó la alcaldía y su partido de entonces en noviembre del 2017. La otra era el mensaje de renovación, aunque sustentado en una cara conocida, una marca reconocible.

Los barruntos
El runrún de que Ballart pergeñaba una candidatura para las municipales era constante hace poco más de un año. Justo un año se cumplió el domingo de la publicación en este diario de la confirmación: Ballart trabajaba en una candidatura. Algunos empleados municipales lo barruntaban desde antes. Desde un mes después de que Ballart, en noviembre del 2017, presentase su dimisión y rompiese el carné del PSC.

En junio ya se supo el nombre de su partido: Tot per Terrassa (TxT). Y el 11 de diciembre, la formación se presentó en sociedad con un acto multitudinario en el Centre Cultural. Las previsiones se desbordaron entonces y el exalcalde no hizo sino proseguir, con más intensidad, su labor soterrada de reuniones, encuentros con entidades, desayunos informativos, contactos, tanto presenciales como por la vía telemática, tan cara al edil.

Miles de nubes
"Mamá, ¿a quién vas a votar?", preguntó un hijo a su anciana madre. "A los socialistas", como siempre, contestó la madre un tanto perpleja. Bueno, pues esto, te explico, Ballart, Tot per Terrassa, un nuevo partido… Y mamá votó a Ballart. Y como mamá, muchos, miles, votantes de casi todos lados, convencidos por una legión de convencidos. "Y sin afiliados", recordó uno de los voluntarios el domingo.

Una nube más amontonada en un cielo que se tornaba de colores de cuervo. Casi 28.000 nubes compusieron la tormenta al final. Casi 28.000 votos para arrebatar al PSC, la antigua formación de Ballart, la alcaldía tras cuarenta años de hegemonía en la política municipal.

A ver cuántos concejales consigue Ballart, a ver qué daños provoca la lluvia, que lloverá pero no mucho. Políticos locales y medios de comunicación, la pomada egarense, preveían, acaso, alguna filtración de agua, quizás alguna farola quedaría a oscuras, podía ser que fallase algún semáforo. Pero se palpaba un aire denso de presagios a medida que avanzaba la jornada. Un apoderado de otra candidatura no ocultaba su "desconcierto" a las seis de la tarde, dos horas antes del cierre de colegios: "El montón de papeletas de Tot per Terrassa no para de bajar". Y tenían que reponer.

"Estábamos seguros de conseguir siete concejales, pero esto es demasiado fuerte", repetía un miembro de la lista de la tormenta a las puertas de la sala Born, lugar escogido para la celebración poselectoral de TxT. Y se le humedecían los ojos, lágrimas en la lluvia. ¡Lo hemos hecho, lo hemos hecho!, gritaba una mujer, y pasaban coches pitando por La Rasa, y sonaba "La revolución sexual", de La Casa Azul, a todo trapo, cuando Ballart entró en la sala atestada de entrega y dicha.

Guapo, le interrumpían. Alcalde, alcalde. Ballart llevaba un papel manuscrito, pero apenas lo ojeó. Prometió juego limpio y una nueva forma de hacer política, ética, sensibilidad, transparencia, valentía, decisión, mano tendida y diálogo y, sobre todo, trabajo por Terrassa sin ataduras a partidos extramuros ni a intereses ocultos .

The Champion
"Fui el alcalde de todos y lo volveré a ser", dijo. "Que empiece la fiesta", acabó, como si la fiesta de la tormenta no hubiera comenzado ya, cuando el escrutinio crecía en paralelo a la tempestad. Diez regidores, diez, hemos ganado, se desgañitaba una joven. Y más abrazos. Lluïsa Melgares , tercera en la lista, que fuera concejal y que será concejal, estaba ojiplática. Se confesaba "en estado de shock". Empezaba a sonar "We are the champions".

A una miembro de la lista, ojos arrasados, casi le da algo, y eso que ella era de las "meteorólogas" con mejores vibraciones de intuición. "A todo el que me preguntaba cuántos concejales íbamos a obtener le decía que diez u once". Una amiga le propuso llamar a una ambulancia al persistir su alegría rayana en la agitación nerviosa. No hizo falta. Tras la tempestad llegó la calma de los entusiastas.

Aquellas nubes que se columbraban a los lejos se habían transformado en cumulonimbos y pocos vieron llegar la tormenta perfecta. No oían los rugidos, porque la tormenta era silente. Miles de terrassenses comentaban ayer las repercusiones de la sacudida. El cielo era azul y refulgía el sol, pero se veía un jaleo de charcos en el suelo.

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