Algo golpeó de repente la gruesa tela de la carpa. Al instante, B. L. J. notó la punzada en el pecho y oyó chasquidos lejanos pero recurrentes, un "ta, ta, ta" continuado. Eran tiros. Uno le había dado. Alguien estaba disparando con balines sobre su terraza, sobre ella. Un disparo, otro, un perdigón, otro. "Cariño, me han disparado", dijo B. L.J. a su marido cuando lo llamó, asustada, segundos después.
Una plácida tarde, la del 7 de mayo pasado. Una hora calma, las 6.30 de la tarde. Los niños se encontraban dentro de casa. La víctima, de 41 años, estaba en la terraza de la vivienda, en el barrio de Poble Nou-Zona Esportiva, de pie, hablando por su teléfono móvil. Concluida la conversación, colgó. Y apreció entonces aquella ligera sacudida en el techo de la carpa que protege el terrado. Vaya, algo ha caído, pensó ella. Nada importante, creyó, acaso la deposición de un pájaro, quién sabe.
No tardó ni medio minuto en darse cuenta de que la procedencia de aquel objeto era menos azarosa de lo pensado. Su cuerpo estaba orientado hacia el exterior. De súbito, el pinchazo, el dolor concentrado, algo como un pellizco pero más lacerante que un pellizco, algo como una pedrada, una sensación difícil de describir producto del impacto de "una cosa pequeña y con mucha fuerza".
Supo que había recibido el impacto de un proyectil y se estremeció, cómo no. El primer proyectil había caído en la ruda tela de la cobertura. El segundo la había herido a ella en la parte derecha del pecho. "Me hizo mucho daño", rememora.
Los niños
Pensó en resguardarse y pensó en sus hijos, en tres retoños, dos de 8 años y otro de 11. Pese a la confusión que adensaba el momento, se acercó al muro de la terraza, a averiguar qué pasaba, a intentar indagar sobre el origen de aquellos disparos con arma de aire comprimido. Y entonces vio a un vecino con unos niños y alertó. "Mételos dentro". Le habló de tiros. Notaba más chasquidos en la lejanía, notaba más silbidos de balines el aire. Y el vecino también los apreció, y se lo dijo: "Ya, ya, ya los oigo". "No vi al que disparaba. Quizás me puse en riesgo al asomarme, pero esa fue mi reacción en aquel momento", recuerda la víctima.
Oía ella las detonaciones, pero no sabía de dónde venían, dónde estaba apostado el tirador. El balín que impactó en su cuerpo no se alojó en el pecho, sino que lo golpeó y salió rebotado, y ella lo encontró en el suelo. Seguramente los disparos se realizaron a una distancia tal que la pieza de plomo había perdido fuerza al llegar a la terraza.
Acaso oyó diez tiros más después del que la hirió. El desconocido seguía apretando el gatillo. La mujer cogió el móvil y volvió a llamar a su marido. "Cariño, me han disparado", le dijo, estupefacta.
Al principio, el asombro movió al esposo a la duda razonable de la primera reacción: "Venga", dijo él. "Que sí, que tengo el perdigón en la mano", Y le mandó una foto. "Siguen los disparos", le advirtió. Había que llamar al 112. Y seguían los tiros. B. L. J. calcula que la sucesión de tiros duró "unos veinte minutos". Sus hijos estaban en el interior de la casa. "Les prohibí salir, pero no quise asustarlos", dice. No paraba de pensar en ellos, en que cualesquiera de los tres pudo ser el destinatario de aquella oleada de plomo. "Lo único positivo es que me pasó a mí", reflexiona la madre.
La ambulancia
A los diez minutos llegó una ambulancia y los sanitarios debieron esperar a que se presentase una patrulla de los Mossos d’Esquadra, rato después, "porque no tenía sangre", explica la mujer. Personados los mossos, el equipo médico la revisó y observó el hematoma en el pecho. Entre los agentes que inspeccionaron la terraza y ella encontraron cuatro balines: el que le había dado, el de la carpa y dos más que cayeron al suelo al remover un tendedero de mano. Estaban entre la ropa tendida.
Una vez con el informe de urgencias tras una visita hospitalaria, B. L. J. se encaminó hacia la comisaría de los mossos en Can Tusell para interponer la denuncia. Portaba en una bolsa los proyectiles que habían llovido en su terrado aquella tarde. Los Mossos d’Esquadra afirman que los agentes que acudieron aquella tarde a Poble Nou hicieron comprobaciones sobre el terreno, pero las primeras indagaciones no permitieron determinar de dónde venían los tiros. Y será difícil determinarlo. Pero quien empuñó el arma de aire comprimido actuó desde un edificio próximo al pasaje del Torrent Mitger, vía a la que da el terrado de B. L. J. y su familia.
¿Y ahora qué? "Quizás a algunas personas les puede parecer exagerado, pero me siento en peligro en mi propio domicilio. Nos preocupa que alguien salga a la terraza y vuelva a pasar lo que pasó. Que un balín impacte en un ojo de alguno de nosotros, como ha pasado en otros sitios. No veo normal que no podamos estar tranquilos en la terraza, que no podamos cenar aquí. Es surrealista. Nos sentimos desprotegidos", indica, mientras señala la mesa junto a la que se encontraba cuando un balín la hirió.
B. L. J. ha vuelto a contactar con la policía autonómica. El jueves, anteayer, esta vecina de Poble Nou encontró tres proyectiles más en la terraza. Todo apunta a que el tirador ha vuelto por sus desafueros. "¿Tengo que vivir con miedo en mi casa?", pregunta la víctima.