Terrassa

Este militar salvó la vida a un herido atrapado en su coche

Veinte segundos necesitó. En cuestión de veinte segundos, David corrió escaleras abajo y llegó al sitio. Lo despertó un estruendo, miró por la ventana, vio un vehículo empotrado contra un semáforo, se vistió con lo primero que pudo, corrió, llegó a la calle, vio un hombre sacudido por espasmos dentro de un coche. Rompió una ventanilla, abrió el vehículo, exploró al herido, inconsciente, lo reanimó cuando entró en parada. Llegaron policías y entre todos lo sacaron. La víctima está en la UCI. David es terrassense, tiene 33 años y sufre una luxación a resultas del esfuerzo de aquella madrugada de no hace tanto. David es militar.

Eran las 4.15 de la madrugada del pasado 23 de abril. Un Kia conducido por un hombre de unos 50 años ascendía por la carretera de Rellinars. Un Volkswagen Golf circulaba por la avenida del Abat Marcet, en sentido plaza del Aigua. David M.P. dormía boca arriba con su gata enroscada en su pecho.

Se oyó un ruido espantoso. Tan horrísono, tan descomunal, que David pensó que había explosionado la gasolinera de enfrente. La gata dio un brinco y cayó encima de su dueño. David se incorporó de golpe y corrió hacia la ventana. Y entonces lo vio, vio aquel Kia estrellado contra un semáforo que había partido por la mitad. Y vio algo moviéndose lentamente dentro del vehículo. Se puso unos pantalones a toda prisa y echó a correr.

Vive en un cuarto. En veinte segundos estaba abajo, soñoliento a medias pero agitado. "Salí tan rápido que apenas me di cuenta de lo que pasaba. En algún momento pensé que estaba soñando", cuenta. No estaba inmerso en un sueño. Estaba allí, corriendo hacia un coche destrozado, hacia un hombre en grave estado. Está ya cerca del coche, llega, ve a la víctima, el conductor. Es un hombre corpulento que sufre espasmos.

David intenta abrir la puerta. No puede. Está bloqueada. La otra también. No tarda en asestar puñetazos contra la ventanilla del conductor. La hace añicos, mete un brazo, trastea, se abre la puerta del copiloto, corre de nuevo, abre esa puerta y se mete en el coche.

Maniobras
Ha practicado maniobras similares muchas veces, por su condición de policía militar, y sabe qué debe hacer, qué debe intentar, al menos, y lo hace. Explora al herido, nota que sufre lesiones internas pero no aprecia ninguna desviación de extremidades. Le quita el cinturón de seguridad y observa que los espasmos se detienen y que la víctima entra en parada cardiorrespiratoria. David se pone sobre él y se aplica a remontar su estado, a una reanimación cardiopulmonar, así, así, aprieta con las dos manos, y el hombre vuelve a la vida, retoma los espasmos. Lo agarra, trata de sacarlo del coche, nota un chasquido en su espalda, pero sigue, sigue, tira de él con una mano mientras con la otra se cuelga del agarradero.

En ese momento llegan policías municipales. David se identifica y entre él y dos de los guardias extraen a la víctima. Se presentan las ambulancias, los sanitarios atienden al herido y lo estabilizan antes de trasladarlo a Mútua. Está muy grave. Sufre lesiones internas. Ayer seguía ingresado en la UCI.

Había otro coche implicado: el Golf que circulaba por la avenida del Abat Marcet, conducido por un joven que dio positivo en las pruebas de alcoholemia (0,60 miligramos) y fue detenido momentáneamente por la Policía Municipal. Conducía el Golf e iba acompañado de una chica. David los vio cuando el herido grave del Kia ya estaba fuera de su vehículo.

Y corrió hacia ellos. La chica estaba tumbada en el suelo, en el carril-bici. "Tenía un hombro girado hacia atrás". El chico daba golpes de rabia contra el coche. Y huyó al ver correr a David hacia ellos. Pero no escapó. Terminó denunciado por su alcoholemia positiva. Y, por si no se había volcado lo suficiente en generosidad, David lo llevó en coche al Hospital de Terrassa.

Él, el héroe, el soldado que entró en el Ejército con 18 años, que cumplió los 19 en una misión internacional en Kosovo, el que luego recaló en Macedonia, está de baja por la luxación de clavícula que arrostra desde su acción salvadora, desde que notó aquel "clic" cuando intentaba rescatar a la víctima.

Quita hierro a lo que hizo, aunque reconoce que "nunca había llevado a cabo un esfuerzo así". Ni en Kosovo, ni en Macedonia, ni en la academia, ni en las muchas maniobras de rescate que entrenó antes: "Era la primera vez que lo hacía fuera de mi trabajo, y además siempre actuamos en binomios, dos, pero me sentía preparado. Supongo que habría actuado igual de no ser militar, pero seguramente no habría podido salvar a la víctima".

"Unos días mal"
Es soldado, pero no de piedra. Admite que da vueltas a lo ocurrido, que pasó "unos días mal" después del rescate. Aunque esté curtido, aunque haya ensayado maniobras como esa "millones de veces". David M. P. trabaja en Barcelona desde hace doce años. A veces viaja en bici a su puesto. Es triatleta, terrassista, graduado en psicología y preparador físico. Y ama su trabajo: "Me ha enseñado mucho: tratar de usted a las personas, la congruencia, principios y valores que están en desuso entre la gente joven".

Su vida se reparte entre su actividad como militar, el deporte y el estudio. Mucho estudio. Tuvo que prepararse durante seis meses antes de viajar a Kosovo: "Estudiamos aspectos religiosos y culturales para ganar en empatía con la gente. Cuando fuimos ya no había tiros, pues era época de posguerra, pero sí ambiente hostil". ¿Cómo reaccionó su familia cuando informó de su vocación? "Siempre me educaron en el consenso. Me apoyaron. Nunca me dijeron que ‘no’. Si alguna vez tengo familia, me gustaría que fuese como la mía".

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