El sueño de cualquier paparazzi, la portada más buscada. Para los siete ex consellers y activistas presos en Soto del Real, una pesadilla más. Es la imagen de los reos del Procés, sometidos a un proceso judicial claramente político, guardando cola junto a algunos de los protagonistas de los escándalos de corrupción que han sacudido al sistema bancario español y que pusieron en jaque al Gobierno del PP.
En la octava entrega de su diario, Josep Rull comparte esta semana con los lectores de Diari de Terrassa nuevas intimidades. Sobre ese cacheo masivo e inesperado. Y sobre el trato con los funcionarios de Soto del Real.
“Este fin de semana -relata el ex conceller-hemos visto la concentración más grande imaginable en el módulo 10”, un “cacheo sorpresa” para el que “nos hicieron salir a todos al patio”, donde “instintivamente nos organizamos en una cola más o menos ordenada”.
Alineados, “la imagen era memorable, los 73 internos juntos (es poco habitual) y perfectamente visibles, incluidos los más conspicuos (Bankia, Tarjetas Black, Gürtel, Procés…)”, explica.
Puntos de registro
Esa jornada en la sala de día se habilitaron siete puntos de registro con tres funcionarios cada uno. “Nos íban llamando de siete en siete para proceder al registro con la típica raqueta detectora de metales, manos en alto y cara a la pared”. Previamente, “todo lo que hay en los bolsillos o en las mochilas se vacía sobre la mesa, una pequeña parte de tu intimidad…”.
Los funcionarios buscaban “drogas, armas blancas (punzones, maquinillas de afeitar desmontadas, ‘diablos’, entre otros). Se registraron macetas y todas las papeleras, incluidos los cubos del patio, cuyo contenido vertieron”. Finalmente “no encontraron nada”.
Josep Rull no ha sufrido aún ningún registro en la celda, pero revela la experiencia de “los Jordis”. “Explican que son más duros, a menudo despiadados a la hora de registrarlo todo. A veces se utilizan perros”.
El ritual del “don”
En esta nueva entrega, Josep Rull detalla la “liturgia” que marca las relaciones entre los reclusos y los funcionarios en Soto del Real. Un protocolo que “deja claro quien manda y cual es la posición de los internos, los presos”.
“Uno de los elementos que nos llamó más la atención -explica-, y más en lógica catalana, es el tratamiento con el que tenemos que dirigirnos a los funcionarios. De ‘Don’. “Don Carlos, Doña Mercedes, Don Julián, Don Juan”. Sean mayores o jóvenes. En Madrid esto es innegociable. I evidentemente de usted. Al principio cuesta acostumbrarse”, confiesa Rull.
El político recuerda que en Lledoners nunca utilizó esta fórmula, “por un cierto sentido de dignidad colectiva”. Tampoco expresiones como “señorita”, por sus “connotaciones severamente machistas”. Hay que reconocer que en la España castellana esto lo tienen mejor resuelto. “Doña”. Son muchos años a las espalda de experiencia carcelaria”.
También contrastan los uniformes de los funcionarios madrileños con la indumentaria de los trabajadores de prisiones en Catalunya. “En Madrid la vestimenta es más civil, más moderna: camisa beige, polo de verano, chaqueta azul con hombreras grises y pantalones oscuros”. En Catalunya “el uniforme es más policial, “similar a la de los Mossos d’Esquadra”. Rull explica que el cambio de uniforme en las prisiones estatales “lo decidieron gobiernos progresistas” que eliminaron a la estética policial “para evitar que ‘el hábito acabe haciendo al monje’. Creo que esta opción es mejor”.
La vista de los vídeos
Durante la pasada semana del juicio Josep Rull explica que, sentado tras sus abogados, con la vista de los vídeos durante los interrogatorios “te acabas indignando. A menudo el relato del testigo no tiene nada que ver con la realidad. Los agresores acaban siendo las víctimas”. Rull comparte con Cuixart “una teoría empírica” según la cual “los que prometen se ajustan más a la realidad” y los que juran “son más contundentes a la hora de desfigurar los hechos”. “Como creyente, estoy perplejo”, confiesa.
El ex conseller enumera tres conclusiones: el dispositivo del 1-O “era conjunto de los tres cuerpos; los Mossos “sin fuerza ni violencia, fueron más eficaces”; y “se plantea un delito de rebelión por haber generado una violencia de la que los acusados y lo que representan son las víctimas”.