Un incendio en recipientes de basura quemó la fachada y los balcones de un bloque de pisos de sant Pere Nord días atrás. Los vecinos reclaman un cambio de ubicación de las unidades.
Si llega a pasar en verano, "con las ventanas abiertas como las tenemos siempre", la humareda hubiera provocado más desazón si cabe, y más daños. Y si las llamas hubieran alcanzado, como a punto estuvieron, los habitáculos de las calderas abiertos en las paredes de los balcones, "hubiéramos ardido todos". La primera reflexión es de Fina. La segunda, de Francisco. Son dos de los vecinos del bloque de pisos damnificado por el pavoroso incendio que hace una semana devoró unos contenedores y subió por la fachada del edificio, en la Rambla de Francesc Macià. El vecindario ha reclamado varias veces al Ayuntamiento que cambie de sitio los recipientes.
Y lo ha reclamado con reiteración, ahora con mayor motivo, porque el del sábado pasado fue el tercer incendio declarado en el mismo punto de contenedores en cinco años. Los afectados han hecho llegar personalmente su queja al alcalde, Alfredo Vega. Lo suyo no es un capricho. "Es una cuestión de seguridad", apunta Fina.
Eran las tres de la madrugada del sábado. Kevin y su hermana Elena dormían. Los despertó en sobresalto el ruido de mangueras de los bomberos. Y aquella pestilencia de plástico fundido. El padre de Kevin y Elena abrió la ventana, un gesto instintivo, y una bocanada de humo amontonado penetró en el piso. Fuera, fuera, a la calle. "Nos obligaron a salir. Nos vestimos rápido, con lo que pudimos, y bajamos a la calle". Policía y bomberos recorrieron los rellanos del bloque, de cinco plantas y once viviendas, llamando a los timbres. Cinco de las viviendas son las perjudicadas, las que aún ayer presentaban ennegrecidos sus balcones, los orientados a la Rambla de Francesc Macià y situados justo en línea recta en la vertical de los contenedores instalados junto a la puerta de la finca. Los contenedores de sus desvelos, pasto de las llamas cuando un incendiario decide actuar justo allí.
Fina y su familia se habían quedado dormidos en los sofás. Abrieron los ojos de súbito al oír "algo parecido a unos cohetes". Ella quiso salir al balcón, pero el cristal de la puerta quemaba. Tuvieron que desalojar su hogar en pijama mientras el humo entraba en casa. "Pensaba que nos abrasaríamos", rememora.
"Ya es la tercera vez", recuerda Kevin con mueca de hartazgo. Pasó miedo, como el resto del vecindario, por lo que sucedía y por lo que pudo suceder, porque a veces viene de un pelo que el fuego se introduzca en una casa, alcance primero una persiana, luego una cortina, empiece a devorar un mueble…
A la familia de Josefina la alertó la policía al tocar el timbre. "Parece que fue un vecino del edificio de enfrente el que vio cómo ardían los contenedores y avisó a emergencias", cuenta Josefina. Ella no abandonó el domicilio. Se confinó en la habitación donde dormía su nieto, de 5 años. "Él no se enteró de nada", dice. Viven en un tercero, pero vieron la persiana del balcón socarrada, los tiestos echados a perder, la bombilla de un farol reventada, las plantas quemadas, el techo del voladizo de color ceniza. El marido de Josefina tuvo que abrirse paso a patadas a la persiana para salir al balcón una vez pasó todo. El vidrio de la puerta corredera de acceso era como "una pantalla negra".
"Una desgracia"
Antonia vive en un segundo. No se encontraba en su domicilio el sábado. La llamaron después. "Estábamos en un camping. Cogí una afonía que aún me dura cuando supe lo que había pasado. Volvimos de inmediato". Antonia se muestra igual de combativa que el resto de sus vecinos en la queja contra la presencia de recipientes de recogida justo allí: "Podría haber alguno, pero no siete. Los podrían repartir por los alrededores". Kevin es de opinión similar: "No nos importaría caminar hasta la acera de enfrente a tirar la basura".
"Ha podido ser una desgracia", comenta Francisco. Aconteció un engorro, un susto superlativo, pero lo que desgarra es la repetición y la probabilidad cierta de un drama. Francisco se ha informado. Las calderas están en los balcones, en armarios empotrados: "Si llegan a arder las puertas, hubieran reventado las calderas, con sus fugas correspondientes. Hubiéramos ardido todos". El fuego afectó a una furgoneta estacionada y al letrero de un comercio. Los sanitarios atendieron a varias personas, pero ninguna necesitó traslado a un centro médico. Los vecinos no quieren arriesgarse a un cuarto incendio. "Tenemos miedo. No queremos los contenedores aquí", concluyen.