Con una pierna colgando del balcón del Ayuntamiento Sergi Cebrián Pujol leyó el pregón quizá más largo de la historia de Carnestoltes. Comenzó con el tono de unos “versots” del entierro del Carnestoltes, pasa pasar al de pregonero convencional y elogiar al Carnestoltes terrassense. Se sirvió del slogan “La ciutat de les persones” para añadir que “algunas más que otras, como el protagonista del cartel de este año, nuestro amado Matraca”, y también recordó a la Molinillos y al Cantinflas. Personas “que no necesitaban ninguna farsa de fiesta para vivir la vida como una fiesta de farsas en la que siempre ganan los mismos”.
De niño Cebrián detestaba el Carnestoltes. Cambió gracias “a la pasión que una persona sentía por estas parafernalias: mi madre, Montse”. Y siguió una “carta de agradecimiento” con sus recuerdos vinculados a ella y la cultura popular, hasta “la de tu último día de felicidad en este mundo, disfrazado de pollo con papá”. Para, al final, recordar “lo que he venido a hacer aquí”, autoproclamarse Lucifer, y olvidarse de toda etiqueta y corrección.