Con motivo de la Adoración de los Reyes Magos, hemos indagado sobre la presencia de SS.MM. de Oriente en el fondo de arte que atesora el Museu de Terrassa. Hemos hallado esta iconografía en varias obras, desde el siglo XVI hasta nuestros días. Es una colección en número discreta -apenas llega a doce- pero suficientemente representativa y bella para disfrutar de ella.
La primera iconografía sobre sus Majestades adorando al Niño Jesús en brazos de su madre aparece en catacumbas y sarcófagos en los siglos III y IV. Al principio no se define ni el número de Magos, ni su edad, ni su origen, ni el color de su piel, por lo que las primeras imágenes que se dibujan o se esculpen pueden reunir hasta cuatro reyes adorando al niño.
La primera pista de que son reyes se halla en un pasaje del Libro de los Salmos que dice “Ante él se postraron los Reyes; le servirán todas las naciones”. Posteriormente, en el Evangelio, San Mateo concreta más y ya no sólo habla de la figura real sino también de los obsequios que portaban: “…cuando Jesús nació en Belén de Judea en los días del rey Herodes, he aquí, unos magos que vinieron del oriente a Jerusalén. Y cuando entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y postrándose, le adoraron, y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”.
¿Cómo se llamaban?
La descripción de San Mateo en cuanto a que fueron tres ofrendas alentó a concretar que los Reyes eran tres y así se instauró a partir del siglo V. Quedaba por conocer el nombre de los Magos, su edad y de dónde procedían. Cuestiones que se fueron resolviendo posteriormente. El nombre se revela en el Evangelio Armenio de la Infancia, en el siglo IV, cuando en un fragmento hace esta descripción sobre las tres figuras: “El primero Melkon, rey de los persas; el segundo Gaspar, rey de los indios y el tercero, Baltasar, rey de los árabes”.
Apuntar que la primera vez que aparecen los Reyes con la inscripción de sus nombres es en un friso de mosaico bizantino alegórico a la adoración que aún conserva la iglesia de San Apolinar el Nuevo de Rávena (Italia) y que se remonta al siglo VI. En la obra, los Magos van caracterizados como personajes orientales, vestidos con pantalones y gorro frigio. Y sus presentes los entregan ocultando sus manos en unas capas, una tradición que proviene del mundo romano en señal de respeto.
Conocemos ya el origen del nombre y su territorio. ¿Y la edad? Pues fue en la época medieval cuando las composiciones artísticas empezaron a diferenciar las edades de estos hombres sabios para simbolizar la juventud, la vejez y la madurez. Y también es en ese largo periodo cuando se especifica el color de su piel asociado a los continentes que existían que eran Europa, Asia y África. En la Alta Edad Media parecía que ya todo estaba escrito y definido pero cuando llega la conquista de un nuevo continente, el de América, en 1492, se cuestiona si deberían ser cuatro reyes y no tres. El debate se abre pero la idea de añadir un cuarto personaje real no prospera aunque algunos no se dan por vencidos, por lo que el rey negro, Baltasar, el más joven, suele tomar en algunas pinturas rasgos de los indígenas de América. La propuesta, sin embargo, no transciende más allá del lienzo y fue en el siglo XVII donde se instaura y consolida la iconografía de los tres reyes magos.
Pequeño fondo de dos periodos
Tras estas notas, ya podemos entrar en la visita que nos ofrece el Museu de Terrassa en iconografía de los Reyes Magos. Explica el historiador Domènec Ferran que el museo local reúne un pequeño fondo sobre la Epifanía o Adoración de los Reyes Magos concentrado, básicamente, en dos periodos. El primero, de los siglos XVI al XVIII, contiene esencialmente pintura sobre tablas de madera de retablos de iglesias que custodia el museo. El segundo, del siglo XX, acoge también una obra de relieve sacra (esta la abordamos aparte porque lleva ADN terrassense y es la única que se puede visitar), así como pequeñas obras escultóricas de Jacint Morera y dibujos de Pere Prat, ambos artistas de Terrassa. Todas las obras, seleccionadas para este artículo, están catalogadas, se hallan en buen estado de conservación y casi todas se han exhibido en exposiciones. Llegaron al museo cedidas por particulares, salvo las de la Seu d’Ègara que pertenecen al patrimonio propio del conjunto monumental.
Ferran subraya que toda la colección municipal tiene su interés artístico y que destaca por aspectos diferentes. Por cronología, empezamos con una pintura al temple sobre madera del siglo XVI que pertenece al legado cedido por Josep Soler Palet (foto 1). Es una obra de estilo gótico tardío con elementos renacentistas, sobre todo reflejados en los rostros y en el desnudo del niño Jesús. La composición, que probablemente pertenece a algún retablo, denota simplicidad en tanto que el autor, desconocido, se ha centrado en pintar los actores principales de la adoración, subrayando de una forma especial a la Virgen María, el niño Jesús y San José más que a los propios reyes.
El siguiente punto del recorrido de los Magos es una tabla del siglo XVII que forma parte del retablo mayor de la iglesia de Santa Maria de la Seu d’Ègara, y que se debe al reconocido pintor Baptista Parma, de origen genovés, con taller en Barcelona. Para el historiador, la obra, realizada entre 1611 y 1612, es totalmente renacentista con todos los rasgos característicos del movimiento de su época: la personalización de la figura humana, una magnífica perspectiva y un dominio de la distribución del espacio, así como de la aparición de elementos de arquitectura clásica. Esta iconografía de la Epifanía ideada por Parma dista mucho de la anterior. En la escena se aprecia la intencionalidad de sus autores por dar a los Magos un estatus superior al resto de la comunidad. Todo ello se intuye, al menos, a través de su fisonomía, sus rostros, gestos y ropajes y también de su acompañamiento. En esta obra se incorpora un séquito de pajes y figuras animales como dos caballos cuyas cabezas asoman al fondo.
Sin movernos del periodo, del siglo XVII, hay también una tabla del conjunto pictórico de la antigua capilla de la Virgen del Rosario del Mas de Can Viver de Torrebonica, que guarda un parecido con la anterior. Esta alegoría a la Epifanía reúne los personajes esenciales y también añade pajes y caballos. Es curiosa la coincidencia de elementos que hay entre las dos. Tras una mirada, se observa que la composición de la tabla de Torrebonica guarda parecida estética: los reyes presentan casi el mismo aspecto y posición (Melchor está arrodillado) y van ataviados con la misma vestimenta y los mismos detalles ornamentales. E, incluso, en las dos tablas pictóricas figuran dos pajes de rostro negro y dos caballos.
Curioso parecido
El historiador Domènec Ferran indica que no han podido determinar qué se trate de los mismos autores porque el retablo de Can Viver carece de contrato. “Hay muchos elementos parecidos -dice Ferran- que sugieren que podría ser también de Parma o de otro autor diferente que se inspirara en la obra de este autor. La tabla de la Epifanía de Torrebonica se llevó a cabo entre 1612 y 1618 y la de Santa Maria se realizó entre 1611 y 1612 por lo que coincide en el tiempo. Estudiados los dos podemos decir que el de Torrebonica es más humilde, mientras que el de Santa Maria es mucho más complejo y de gran calidad”.
Nos situamos ahora en una obra de donación particular del legado de Mariano Ros Paloma totalmente distinta a sus predecesoras. Es una pintura al óleo sobre cobre de estilo barroco de los siglos XVI y XVII de autor desconocido y recoge influencias de las Natividades del pintor Peter Paul Rubens. Ferran destaca “la proliferación de personajes, el tratamiento del claroscuro, la línea diagonal en la composición y la irradiación del halo de luz en la imagen del niño Jesús que se expande en el rostro de los tres reyes”.
Llegamos ya al final de ese viaje real con las iconografías que hay del siglo XX y que tienen poca relación con las anteriores. El museo guarda en donación figuras de pesebre de Jacint Morera (Terrassa, 1915- Calonge, 1989), uno de los artistas plásticos de la ciudad más reconocidos. Fue el autor durante décadas del pesebre de Amics de les Arts i Joventuts Musicals que después se subastaba con el fin de recaudar ingresos para la entidad. En estas construcciones Morera desplegó toda su creatividad presentando cada año escenas de la tradición pesebrista catalana realizadas con soportes y elementos diversos.
Conjuntos innovadores
Los dos conjuntos de reyes de Morera que presentamos aquí y que forman parte de la colección del museo son innovadores en estilo, técnica y material. El conjunto más destacado lo forman tres figuras de papiroflexia, de corte geométrico, que permanecen de pie y con una cierta mirada irónica. Estos reyes parecen de la misma edad aunque si que siguen el ritual de blanco, rubio y negro. Otro de los conjuntos de Morera donde asoman los reyes es un pequeño collage sobre madera de 1965 en el que los personajes toman cuerpo a través de un tejido de arpillera y están junto a una estrella alegórica.
Y en contemporáneo hemos incluido también una acuarela de Pere Prat Ubach (Terrassa, 1892-Barcelona, 1969). Este artista, que se distinguió por ser un dibujante y un ilustrador gráfico catalán de peso en su momento, ideó una composición sobre los tres reyes para un diseño de un pañuelo. Cabe decir que la obra, realizada en 1950, reúne a los tres magos solos, acompañados de un paje y un camello y la estrella. En la escena, donde impera la simplicidad, Prat rompió esquemas con la epifanía al igual que lo hizo Morera con su collage real.