Las acciones para concienciar de una sociedad más igualitaria y erradicar la violencia de género tienen en los jóvenes uno de los puntos de atención. Susana Herzog, técnica de Políticas de Género, es una de las personas que imparte talleres con los alumnos y también con familias.
¿Qué percibe en las aulas?
Es complicado porque, en los talleres, cuando preguntas hay chicos y chicas que dicen cosas pero que tienen el discurso aprendido. Muchas veces tienes la sensación de que están diciendo lo que tú quieres escuchar. Y al mismo tiempo, percibo que cada vez hay más jóvenes sensibilizados con el tema porque hay mucha información. Pero hay "inputs" que no se pueden controlar.
¿Cómo cuáles?
Como el acceso a las redes sociales, que van en contra de todo el mensaje que tú quieres hacer llegar. Es una lucha constante en dar herramientas para que tengan esa capacidad de hacer crítica constructiva, que vean lo que es normal y lo que no; que tengan relaciones saludables.
¿Una lucha difícil?
Sí, porque hay empresas que manejan mucho dinero y que difunden lo contrario. Por ejemplo, las de publicidad y las discográficas. Hay cantantes en el "top ten", cuyas letras escandalizan. ¡Son muy sexistas! ¡Es una barbaridad! . Y, claro, luchar contra esto que mueve tanto dinero es muy difícil. Nos queda mucho trabajo por hacer. Pero si miramos atrás y lo comparamos con otras generaciones, ahora damos más herramientas para prevenir y evitar. Luchar contra el gigante de la publicidad, el cine, las series… Es muy difícil controlar lo que los jóvenes ven en un móvil.
¿Las redes sociales han alimentado el machismo?
Sí claro, es otra forma de control. Antes, el teléfono era fijo y estaba en el comedor de casa y todo el mundo se enteraba de lo que decías. Ahora, el WhatsApp es una herramienta de control brutal. Las redes sociales son herramientas para manipular para la bueno y para lo malo. Lo peor es que muchas chicas jóvenes no ven que eso puede ser un síntoma de violencia. Lo normalizan. El hecho de que la pareja les controle si el WhatsAap ha hecho doble clic o no o a qué hora se ha conectado o no… Pero si que intentamos ser positivas y optimistas. Pensamos que tienen más recursos y que las redes sociales también pueden ser muy útiles para conectarse y concienciarse.
Hablemos del servicio municipal. ¿Llegan muchas jóvenes?
De las 928 mujeres que atendimos en 2017, un diecinueve por ciento (176) era jóvenes de 18 a 29 años y de estas hubo 48 que denunciaron violencia machista.
¿Es un porcentaje alto?
Pues es difícil de valorar. Lo que sí vemos es que la gran mayoría de las chicas jóvenes están más sensibilizadas y no esperan tanto en poner una denuncia contra violencia machista. Las mujeres de más edad cuando llegan padecen una situación cronificada. En la mayoría de los casos hemos observado también que la violencia denunciada es psicológica, lo que es más difícil de demostrar. Y por eso debería haber más corresponsabilidad en todos los ámbitos. Si a ti te roban el bolso, pones la denuncia pero si tu pareja te maltrata, lo minimizas.
¿Hemos avanzado?
Sí, claro, pero queda mucho camino por hacer. Faltan recursos. Hay que ser optimista y pensar que las generaciones jóvenes han tenido mucha información. Pero, a veces, ves un anuncio en la tele de una campaña de agresión machista y la gente joven piensa que eso no le pasará, que es cosa de mujeres maduras. Pero hay que estar alerta. Insisto en la publicidad… El otro día preparábamos unos vídeos para un taller en clase de secundaria y nos dimos cuenta que había relatos que dejan a la mujer como un objeto. O sea, los chicos aparecen como los reyes de la pasta, consumen droga, crucificando a las chicas, como si fuera una peli porno.
El movimiento feminista tiene ahora más fuerza que nunca.
Cada vez estamos más implicadas pero es cosa de mujeres y hombres y hay que sumar. Durante años, ha habido un concepto erróneo de la palabra feminismo. Lo que queremos es la igualdad y los jóvenes suben con esta mentalidad. Y aquí las redes sociales actúan en positivo.
Luchar contra las violencias es la vindicación pero hay otras: paridad en casa y en el trabajo…
En clase también trabajamos los temas de corresponsabilidad y en los talleres que hacemos con las familias pero hay que admitir que al hombre adulto le cuesta asistir.
¿Hasta qué punto la crisis ha resucitado modelos patriarcales?
Ahora hay hombres en casa, en paro, y no saben donde está su lugar. Y la mujer hace doble tarea, fuera y dentro, algo que ya pasaba antes. No es que los hogares se hayan vuelto más corresponsables, sino que si está en casa no le queda más remedio que colaborar. Pero cada casa es un mundo…
¿Cómo ha aceptado el feminismo los nuevos movimientos que reivindican aspectos específicos?
Tenemos que sumar y queremos lo mejor. En definitiva, una sociedad más justa y más igualitaria. Y luchamos con un color u otro. Queremos una sociedad libre de violencia y en eso tiene cabida todo el mundo. Y este es el horizonte, sea cual sea el origen o la opción sexual.
¿Cómo abordan la diversidad?
Cada mujer es distinta y necesita atención personalizada. Hay que ponerse en su piel, por el problema que sufre, por su origen, por su cultura, por sus limitaciones (igual toma medicación..) hay que hacer un traje a medida a cada mujer a pesar de que todas tienen en común que sufren agresiones.
Algunas voces dicen que la mujer que tiene poder reproduce los mismos esquemas que el hombre.
Son argumentos absurdos y del miedo. Nosotras tenemos más dificultades para llegar a ciertas categorías de poder pero asegurar que una mujer, si asciende, repite los mismos patronos que un hombre, es muy difícil de saber. Es cuestión de carácter, no de sexo.