Desde allá arriba, ví toda la Plaça Vella llena de gente gritando. Era impresionante. Aún no se me ha olvidado.” No hay fotografía posible que nos haga la idea de la visión que tiene un enxaneta cuando corona un castell, y Lucía Avilés, que con 10 años lo fue del primer tres de deu amb folre i manilles jamás descargado, por Minyons de Terrassa, el 22 de noviembre de 1998, en la actuación de la Diada de la Colla, la tiene bien guardada en la memoria. Lo mismo diríase de todas las personas -sobre un millar en la pinya, y unas ocho mil presentes en la Plaça Vella-, que, cada una desde su lugar, y aguantando el frio -unos dos grados sobre cero, y copos de nieve – vivieron y compartieron este hito de la historia castellera.
Si Lucía Avilés estuvo en la cumbre, Jordi Juanico ejerció su función a ras del suelo, en una cruz de la soca. Recuerda que los técnicos le pidieron, a él y otros, que fueron ubicando adecuadamente y en calma a la gente de la pinya. “En Festa Major habíamos hecho un intento, las pruebas posteriores habian salido bien, y la colla lo veía factible . Y la ilusión se convertía en excitación y nervios. De modo que intentamos controlar a la gente más nerviosa, sobre todo recién llegados o miembros de otras collas.”
En el segundo intento
Cabe recordar que el tres de deu fue descargado en un segundo intento. En el primero, el castell fue cargado y descargado perfectamente, pero su enxaneta, Nandi Baez, cayó en el último paso antes de cargarlo, esto es, de traspasar la aixecadora, Laura Grau, y poner los pies en contacto con los dossos. Lo que le sucedió exactamente aún es motivo de especulaciones. “Quizá por tener los pies fríos, a Nandi, en la remuntada de los dossos, se le escapó uno, y cayó. Se hizo un corte en la boca, por el que le dieron tres o cuatro puntos de sutura”, explica quién con 33 años fue el cap de colla del tres de deu, Marc Roura.
Pero no había habido caída ni ningún otro lesionado grave. Los técnicos consideraron que había sido un intento ,y que por lo tanto podía haber otro, con Lucía Avilés, más mayor, como enxaneta. “Consulte con el equipo de pinyes y vi que no había problema para un segundo intento y que la gente lo estaba esperando. El hecho es que lo habíamos descargado, puede decirse que acabábamos de hacer un ensayo completo, y el folre y las manilles lo habían hecho entero, lo que nos daba mucha confianza.”
Roura perdió el mundo de vista hasta que lo tuvo todo ligado para volverlo a tirar, diez o veinte minutos después. Solo cambió una persona de la soca. Desde la pinya, “primero no entendíamos lo que había pasado”, señala Juanico. “Pero después del desencanto, nos salió la rabia contenida, y todos deseábamos un segundo intento. Si lo habíamos hecho una vez -siempre digo que ese día descargamos dos tres de deu-, podíamos repetirlo. Y nos entró como un gran empuje.”
Roura reconoce que, en el primer intento, el tres de deu fue “muy bontio, quietecito, con buenas medidas. El segundo subió bastante más nervioso, con medidas no tan buenas, pero lo descargamos”.
“La descarregada fue apoteósica”, recuerda Jordi Anton, agulla en el folre. “Tenía delante a Carles Feiner “Negre” [entonces presidente de Minyons], que era segon, y nos habíamos dicho que, de descargarlo, nos daríamos un beso, pero creo que no nos lo hicimos.” Sí se cumplió el acuerdo entre Anton y Jeroni Pujol, terç, de ponerse unas camisetas bajo la camisa malva, y en caso de éxito, desabrocharse durante la descarregada para que el público las viera. Así lo hicieron, y la fotografía con los lemas “espléndido” y “ahora tú” en sus pechos se convirtió en una de las imágenes icónicas de esta histórica jornada.
Fruto de un período de auge
El tres de deu fue possible porque Minyons llevaba cinco años de crecimiento contínuo, lo que permitió plantar estructuras grandes. “Ya en la misma diada de 1998 nos planteamos el pilar de vuit y el quatre de vuit amb agulla, pero preferimos centrarnos en acabar el tres de deu”, señala Roura. Subraya que, pese a sus dimensiones, es un castell muy factible “si tienes la gente suficiente”. A nivel de colla, precisa de “unas trescientas o cuatrocientas personas (para soca, folre i maniles) que asistan a seis o siete ensayos, para hacer las pruebas de la estructura grande con garantías. En esos años, desde 1993, Minyons vivía un auge y arrastraba mucha gente, y no era nada descabellado. El tres de deu iba además acompañado de otros objetivos”.
Jordi Anton recuerda que las pruebas para el tres de deu fueron “muy duras, pero conseguimos compactarlo bien. En aquella época, los castells a nivel técnico y físico no eran como ahora, de manilles no se hacían. El tres y el quatre de nou amb folre eran los máximos, y solo habíamos comenzado a ensayar el cinc de nou”. La inexperiencia hizo que en la Festa Major de ese año el tres de deu cayera antes de cargarlo, “pero perseveramos. El cap de colla se lo creía, y nosotros también. Los dos últimos ensayos fueron muy bien y en el mundo casteller ya se veía posible”.
Ya al comenzar el año, en la plaza de la Torre del Palau, Minyons descargaron un tres de vuit pensado para el de deu. “Técnicamente no teníamos dudas. A principios de la temporada, cuando lo planteamos, la gente la teníamos. Después vino el trabajo de laboratorio: cómo hacer que esa estructura aguantara, sobre todo ligar el folre y les manilles”, explica Roura. “Cuando dimos con la fórmula ya era casi Festa Major. La estructura funcionó perfectamente, pero los nervios la hicieron caer. Le faltaban pruebas.”
El 22 de noviembre “estaba mucho más rodado y mentalmente estábamos muy bien. El tres de deu fue muy mental”, explica Rubèn Barba (tres quints), que lo levantó sin desayunar (lo hizo después, en el bar Mesón de los Arcos). “Fue un paso muy grande para la colla, y para la historia de los castells, y uno de los momentos que más se recuerdan”, señala Juanico.
Todas las personas consultadas siguen en Minyons salvo la enxaneta. Su historia en la colla: a Lucía Avilés le gustó un taller que Minyons hicieron en su colegio. “Mis padres son originarios de Andalucía, no tenían esta tradición y no les hacía mucha gracia. Pero un día, a los 6 años, fui a un ensayo con mi padre y me quedé”. Fue acotxadora, enxaneta y estuvo en dossos y sisens. Hasta los 15 años, en que volvió a Córdoba con su familia. Regresó a Terrassa a los 23, precisamente para llevar con sus padres el bar de Minyons, al frente del cual estuvieron cuatro años, Ahora Lucía Avilés espera su primer hijo, y reconoce que no le gustaría que fuera casteller “porque como madre sufriría mucho. Pero si él quiere, pues le diré que adelante”.