"Sí mujer, aquel del Alfa Romeo, el que paseaba siempre a dos perritos". La interlocutora cae, ahora sí sabe quien es ese vecino de la calle del Doctor Pearson que anda en boca de todo el mundo porque está acusado y en prisión por, presuntamente, querer matar a tiros al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La extraordinaria difusión de la detención de Manuel M. S., terrassense de 63 años, atleta fornido, aficionado a las armas, presunto "francotirador" en potencia, ha abismado en el estupor a media Terrassa. Sobre todo, al barrio, el de Vallparadís, donde residía desde hacía muchos años. Ahora está a la sombra. En Brians 2.
A Manuel, hijo del que fuera último alcalde franquista de Rubí, de 63 años, se le conocían pocos amigos. Se le veía alguna vez en un bar del barrio que frecuentaban policías. Y se le veía paseando a sus dos Yorkshire, "pero hace poco se le murió uno", cuenta una vecina. En su perfil de Facebook apuntaba que le gustaba pasear con sus canes por la playa. Y salir los fines de semana "a cenar" y al karaoke. Se decía aficionado al submarinismo y al montañismo. E informaba de que trabajaba en la Nasa, agencia aeroespacial de los Estados Unidos.
Por supuesto, bromeaba. Manuel M. S. era vigilante de seguridad con amplia experiencia en el sector, en empresas, aunque parece que hace un año tuvo problemas porque no encontraba trabajo en lo suyo. La emisora Rac-1 adelantó ayer que el sospechoso trabajó el año pasado, desde el 19 de septiembre y hasta las elecciones autonómicas del 21 de diciembre, en el Centre de Telecomunicacions i Tecnologies de la Informació de la Generalitat. Lo contrataron como refuerzo excepcional en el departamento de vigilancia. Durante aquellos días, la Guardia Civil acudió varias veces a ese organismo en busca de información sobre el referéndum a celebrar el 1 de octubre.
Manuel vivía en un bloque de la calle del Doctor Pearson donde residen también su madre y su hermana, enfermas ambas. Se dejaba caer por el Club de Tir de Precissió Terrassa, donde practicaba con armas de aire comprimido y donde algunos de sus compañeros lo evitaban porque, pese a su introversión habitual, a veces "se ponía muy pesado cuando hablaba". Del gasóleo, de la gasolina, de esto o de aquello. De política, dice un responsable del club, no hablaba. Jamás protagonizó conflicto alguno (era socio del club desde hacía una década), aunque sí se mostraba bravucón en ocasiones. Y era un mal tirador. Una vez se quedó encerrado en el habitáculo de tiro porque la puerta de acceso se bloqueó. Según rememora otro socio, en lugar de abrir una de las dos puertas de emergencias rompió el vidrio de la principal para salir.
Sí hablaba de política, y de qué manera, en un chat privado en el que daba rienda suelta, según ha trascendido, a su intención de hacer algo gordo, de sacrificarse por España, de matar al presidente por su decisión de sacar los restos mortales de Franco del Valle de los Caídos. Precisamente por sus manifestaciones en conversaciones de WhatsApp lo pillaron los Mossos d’Esquadra después de que una dirigente de Vox, miembro de un chat con pocos participantes en el que estaba Manuel también, avisase a la policía. Los mossos tardaron cuatro días en detener a Manuel. Lo cazaron cuando salía de su coche, al llegar a casa. Querían evitar que entrase en su domicilio, por si acaso.
El arsenal del atleta
Ellos entraron con él y descubrieron allí un arsenal, dieciséis armas, largas cortas, un fusil, un subfusil, cuatro rifles. Eso fue el 19 de septiembre. Dos días después, el detenido ingresó en prisión en virtud de un auto de un juzgado de Terrassa ratificado el martes por la Audiencia Provincial, que argumenta la seriedad del propósito homicida del imputado y alude a los indicios de un delito de conspiración para cometer atentado contra el jefe de Gobierno y de otros delitos, como el de tenencia ilícita de armas.
El jueves saltó la noticia de la detención, de que Manuel M. S. tenía la "clara voluntad", según los mossos, de matar al inquilino de La Moncloa; de que había solicitado ayuda en el chat para dar el paso, de que sólo le faltaba la logística para ejecutar el magnicidio anunciado. No tenía preparado el atentado, sin embargo, ni pertenecía a ningún grupo radical. Iba por libre.
El atleta nervudo, campeón de España en carrera de cien kilómetros entre 1993 y 1996, está acusado de querer asesinar el presidente. "Parecía un tío normal, sólo algo pesado", dice una vecina.